LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Alfonso Silva: el matemático del balón (1949-1951)

Juncosa, Ben Barek, Silva, Carlsson y Miguel El Palmero, una delantera legendaria del Atlético de Madrid

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaAlfonso Silva Placeres (1926-2007) nació en Las Palmas de Gran Canaria y se formó en el Santa Catalina, antes de pasar con 16 años al Real Victoria, donde logró tres campeonatos regionales. Incorporado al Atlético de Madrid en 1947, fue figura del conjunto colchonero nueve temporadas, en las que logró dos títulos de Liga. Participó en el Mundial de Brasil 50. Sus desavenencias con el entrenador Barrios le tuvieron un año sin jugar y regresó a Las Palmas como el hijo pródigo. Jugó tres cursos en la Unión Deportiva y tras su retirada marchó a Alemania, donde dirigió a varios conjuntos de segundo nivel. Falleció en Constanza (Alemania).

El ‘mosquetero’ canario

El ‘mosquetero’ canarioLos que lo vieron jugar no tienen ninguna duda: Alfonso Silva Placeres ha sido el futbolista con más talento que ha tenido Canarias a lo largo de su historia. ¿El mejor? Ahí ya no hay tanta unanimidad. Su irregularidad era una seña de identidad, pero su clase era incomparable. En la recta final de su carrera deportiva jugó en la UD Las Palmas y algunos juveniles amarillos, aprendices de futbolistas que entonces acudían al Insular y que con el tiempo llegarían a la selección española, lo definen como “imprevisible”, “mágico” o “genial”. Y afirman que “transmitía algo especial”, que “cuando tenía el día era único” o que “era capaz de poner el estadio de pie con pases milimétricos de cuarenta metros”. Alberto Molina, uno de esos pibes que militaba en los filiales del representativo grancanario y que luego haría carrera en el CD Tenerife busca una referencia en el fútbol actual y zanja el debate con tres palabras: “Silva era Guti”.

Y es que Alfonso Silva fue un genio casi desde la cuna. Nacido en Las Palmas de Gran canaria el 19 de marzo de 1926, ya deslumbraba en el Colegio de los Franciscanos y en el Santa Catalina –donde coincidiría con José Hernández, Lobito Negro– antes de dar el salto al Real Victoria con sólo 17 años. Con los blanquinegros se proclama campeón regional en tres ocasiones, lo que le convierte en el ídolo de la afición grancanaria… y le lleva a ser contratado por el Atlético de Madrid en marzo de 1947, aunque no llega a tiempo de debutar en la Liga. Si lo hará, y con victoria (3-0), el 20 de abril de 1947 en la Copa del Generalísimo ante el Hércules en el Metropolitano, incrustado en la línea media junto a Mencía y Germán. Y es que además de ser “un jugador cerebral, no de batalla, pero con una clase enorme”, Silva demostrará a lo largo de su carrera ser un futbolista polivalente, capaz de rendir como mediocentro, interior diestro o delantero centro.

Silva explota con su fútbol singular en la temporada 47/48, integrado plenamente en un Atlético de Madrid que había recuperado su antiguo nombre y en el que militaban otros futbolistas canarios como Farias, Manuel Jorge, Núñez o Paco Campos. El técnico, Emilio Vidal, lo alinea como falso delantero centro y el jugador grancanario responde con un gol en la jornada inaugural y con dos en su presentación liguera en el Metropolitano, en una exhibición (8-0) ante el Sabadell. Se empieza a gestar la que José María Úbeda, cronista del diario Pueblo, bautizaría como la delantera de seda (Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escudero), presentada en sociedad un 23 de noviembre de 1947 con una goleada (5-0) al Real Madrid en el Metropolitano. Alineado como ariete en el lugar ocupado hasta entonces por el fornido Manolo Jorge, Silva dista mucho de ser un nueve al uso. No vive del choque, el remate de cabeza y la fuerza, sino del toque y la sutileza.

El jugador grancanario aparece desde atrás en los espacios libres, combina con sus compañeros y sorprende a las defensas rivales cuando se retrasa casi hasta al área propia, una herejía en aquella época, para con un solo toque enviar el balón al pie del compañero cerca de la portería rival. Las goleadas se suceden (una manita al Español, otra al Sevilla, otra al Sporting y otra al Nástic de Tarragona, todas en el Metropolitano) hasta en la despedida liguera, con un 2-7 en El Molinón, con dos goles de Silva en el último partido liguero como colchonero de Paco Campos. El Atleti es tercero en la Liga y, tras eliminar al campeón Barça en la Copa del Generalísimo, es apeado por un sorprendente Celta. No ganó nada, pero fue el máximo goleador del campeonato y enamoró con su fútbol. Y lo mismo haría el curso siguiente, con la llegada de Ben Barek y el grancanario Mujica, que desplaza a Silva al interior diestro.

Eso sí, el Atleti vuelve a quedarse sin títulos, despide a Lino Taioli y contrata a un entrenador singular, Helenio Herrera. Y pese a la llegada del sueco Carlsson, el campeonato no empieza bien. Al término de la primera vuelta, tras caer con estrépito (6-0) en Valencia, los rojiblancos son cuartos por la cola, a siete puntos del líder, el Real Madrid. Hasta que el mago HH da con la tecla: un mediocampo netamente canario (Farias, Silva, Hernández), con una delantera de lujo: Juncosa, Ben Barek, Mujica, Carlsson y Escudero. Un 5-1 al Madrid confirma su asalto al liderato y, en dura pugna con Deportivo y Valencia, confirma el título en la última jornada, al arañar un empate como local (4-4) ante el propio Valencia, al que una victoria le daba el título, pese a jugar los minutos finales con el portero suplen e inferioridad.

Por el camino, además, del título, quedan para la eternidad los tres goles locales marcados en los cinco minutos finales para firmar un 6-6 en el Metropolitano ante un Athletic de Bilbao que esa tarde alineó en la delantera a Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. Al curso siguiente, el Atleti vuelve a adjudicarse la Liga 50/51 y Silva repite su papel protagonista, aunque sus cifras goleadoras se resienten al retrasar su posición al centro del campo. De los goles se encarga la delantera de cristal (Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escudero), apoyada en el magnífico trío canario de centrocampistas: Silva, Mujica y Hernández. El triunfo en Chamartín (3-6) ante el Real Madrid de Juanito Alonso, Miguel Muñoz, Molowny y Pahiño es la culminación del éxtasis rojiblanco. A partir de ahí habría muchas más exhibiciones… pero ya no más títulos.

Para entonces, Silva ya se había convertido en asiduo de la selección española. Debutó como internacional el 2 de enero de 1949 en Montjuic (Barcelona) y como interior derecho. Y lo hizo con el gol que valió un empate (1-1) ante Bélgica, con un tanto marca de la casa: el defensa Aparicio profundizó sobre Epi por la banda derecha, para que éste dejara sobre César, que centró bombeado sobre la cabeza de Pahiño. No pudo rematar el delantero del Madrid, pero sí lo hizo Silva, quien llegando desde atrás sorprendió a todos y cabeceó desde cerca de la red. El futbolista grancanario repetiría internacionalidad dos meses después en Lisboa ante Portugal y una semana más tarde participaría en la dolorosa derrota (1-3) ante una Italia que un mes después veía como seis de sus titulares morían en el accidente de Superga que se llevó al gran Torino de Valentino Mazzola.

Silva fue convocado un año después para el Mundial de Brasil 50 y fue uno de los 18 de Río, aunque participó poco. Sólo disputó el intrascendente partido final ante Suecia, en el que jugó como mediocentro en lugar de Gonzalvo III (Barcelona) y formando pareja con Puchades (Valencia). Y se despediría de la roja en febrero de 1951, en el Nuevo Chamartín, con una goleada (6-3) frente a Suiza. Eso sí, como ya se ha dicho, en el Atleti aún ofrecería notables actuaciones… aunque una no fue muy festejada: los dos goles que le hizo a la UD Las Palmas en su primer enfrentamiento contra los amarillos, que en ese curso 51/52 se estrenaban en Primera División. Los colchoneros ganaron 4-0 con cuatro canarios (Montes, Mujica, Silva y Hernández) en sus filas… pues ese día no actuaron los habituales Farias y Méndez.

El Atlético de Madrid no asume bien la transición tras la retirada de algunas figuras y hasta tontea con la promoción de descenso el curso 53/54, en el que el Real Madrid vuelve a conquistar la Liga tras 21 años de sequía tras fichar a Alfredo Di Stéfano. Los colchoneros se salvan en la última jornada con un extraño triunfo (1-0) en el Metropolitano con gol de Biosca en propia puerta ante un Barça que acabó con nueve. Y el curso siguiente, Silva es apartado del equipo mediada la campaña por el nuevo entrenador, Jacinto Quincoces, con el Atleti en la antepenúltima plaza y tras haber empatado (2-2) ante Las Palmas en el Metropolitano, a pesar de haber marcado uno de los goles. “Grave falta disciplinaria”, adujo el técnico para expulsar también a Mujica y Coque. Los tres fueron perdonados por Antonio Barrios con el inicio de la campaña 55/56.

Pero la larga inactividad les pasó factura. A Silva, en forma de lesión y posterior baja forma. No reapareció hasta finales de octubre y, un mes después, tras una derrota (3-1) en Atocha ante la Real Sociedad, el técnico le acusó de “no tener nivel”. Ofendido, el grancanario se niega a jugar el siguiente partido y el club le aparta y le denuncia ante la Federación Castellana de Fútbol, que el 2 de febrero de 1956 le sanciona con tres años de inhabilitación, fallo ratificado días después por la Federación Española de Fútbol. Con el nuevo año, y gracias al perdón solicitado por el Atlético a la Federación, Silva pudo volver a jugar. El club rojiblanco lo traspasa el 9 de enero de 1957 por 300.000 pesetas a la UD Las Palmas… y el día de su primer entrenamiento congrega a más de dos mil personas en el Insular. Y su debut como amarillo en Riazor se salda con victoria (1-2) ante el Deportivo.

Y dos semanas después, la Isla se colapsa para ver el regreso del hijo pródigo al Insular, con motivo de la visita del Athletic de Bilbao, el campeón de la liga anterior. Los vascos son goleados (4-0) y Silva interviene en dos goles y marca otro “tras realizar varias combinaciones vertiginosas con Vázquez y batir con un tiro suave a Lezama”. No tiene continuidad en el equipo, pero el curso siguiente aparece en el cierre liguero, un 4 de mayo de 1958, para decidir un Las Palmas-Valladolid en el que incluso el empate mandaba a los amarillos a Segunda División. Con Luis Molwny en el banquillo, Silva encarrila el triunfo final (3-1) con dos tantos y vuelve a ser idolatrado por la grada, que reventó el Insular, banda de música incluida. Y un año más tarde se retira, tras un curso en el que tiene más presencia, pero en el que el nuevo técnico, Jesús Navarro Mazzotti, prescinde de sus servicios en la promoción ante el Levante.

Aunque Silva nunca perdió el contacto con Gran Canaria, isla a la que acudía regularmente a pasar las fechas navideñas, tras contraer matrimonio se fue a vivir a Alemania con su esposa, natural de ese país. Allí entrenó a conjuntos modestos como el Konstanz (República Federal Alemana) y el Kreuzlinger (Suiza), pero una lesión de cadera le impidió seguir ligado al mundo del fútbol y se dedicó a trabajar en la fábrica textil de Constanza, ciudad en la que falleció el 16 de febrero de 2007, víctima de un cáncer terminal detectado meses antes durante una de las visitas a su Isla.

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