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Las dinámicas y la irresponsabilidad

Luis Padilla (ACAN)

Santa Cruz de Tenerife —

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Los seis goles del Tenerife-Racing explican mejor que cualquier análisis las razones que han llevado al grupo de López Garai a la zona de descenso. Vistas las imágenes con detenimiento, la conclusión es tan sencilla como dolorosa: el Tenerife necesita hacer muchas cosas bien para marcar un gol, mientras que los rivales no necesitan hacer (casi) nada para batir a Ortolá. Y si un equipo entra en esa dinámica, cuesta mucho ganar partidos.

Volvamos al encuentro del domingo. El Tenerife marcó el primer gol porque, ante un rival ordenado, Bermejo se inventó una vaselina deliciosa para superar la línea defensiva visitante, que Malbasic acompañó con un control exquisito y un notable tiro cruzado para superar a Luca Zidane mientras un rival le acosaba. En definitiva: al menos tres acciones de muchísimo mérito y enorme dificultad para hacer el 1-0.

Y en el 2-0 pasó lo mismo: apertura correcta a la banda para Luis Pérez, buen control y gran carrera del lateral para llegar hasta la línea de fondo, capacidad para levantar la cabeza y acierto para poner un centro atrás, con ventaja para el llegador, que en este caso fue Álex Bermejo, que enriqueció la jugada con un soberbio zapatazo a la escuadra. O lo que es lo mismo: media docena de buenas acciones y una, el remate, sobresaliente.

El 3-1 también fue una acumulación de méritos. Y el gol se selló con una carrera agónica de Luis Pérez para meter un centro desde la línea de fondo al corazón del área, donde Lasso puso rúbrica a la acción con un soberbio cabezazo en plancha. A cambio, el rival marcó tres goles sin hacer (casi) nada. O algo que también tiene su mérito: aprovechar los errores del Tenerife. Los individuales y los colectivos en las acciones a balón parado.

La lógica dice que, con el tiempo, méritos y resultados tienden a emparejarse. Y eso invita a pensar que no se prolongará en el tiempo esta situación de tener que currase cada gol hasta el infinito... para ser penalizado con un tanto adverso al menor error. Pero las dinámicas son traicioneras. Y más si las alimentamos con acciones que transcienden del error individual y se acercan a la frontera de la irresponsabilidad. O la traspasan.

Y sí, han acertado, me refiero a la acción de Alberto en la jugada que originó el primer gol del Rácing. Ya sé que no fue el único jugador local que falló en el partido del domingo. Y que, por ejemplo, a Ortolá o Luis Pérez se les puede culpar en la acción del segundo tanto visitante. Y que Mazán al cometer una absurda falta y los dos centrales al no despejar un balón llovido son responsables del 3-3 definitivo.

Pero en todas esas acciones –y en muchas que se suceden a lo largo de un partido– se puede hablar de falta de acierto, falta de criterio o hasta falta de calidad. Sin embargo, creo que la acción de Alberto en la jugada que origina el 2-1 va más lejos: es una irresponsabilidad. No se equivocó al regatear a tres rivales en zona defensiva, sino que su error –fronterizo con la irresponsabilidad, insisto– fue el mero hecho de intentarlo.

Y como aficionado, confieso que estos son los errores que más me cuesta digerir. Admito con naturalidad que un futbolista falle un pase cercano, un centro sin oposición, un despeje sencillo o un remate a dos palmos del gol... Son acciones ligadas al acierto, el criterio o la calidad. Y no tengo nada que objetar si no se ejecutan con la máxima precisión. La irresponsabilidad me cuesta mucho más tolerarla.

¿Y qué considero una irresponsabilidad? Pues desde una autoexpulsión... a una sobrada como la que el domingo cometió Alberto y que al Tenerife le costó un gol y dos puntos. Y la posibilidad de romper una dinámica que amenaza con llevar al equipo a Segunda División B.

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