Nina Hernández y Antonio Fuentes, la memoria de otro Charco de San Ginés

Foto: Felipe de la Cruz.

Saúl García

Arrecife —

Hace sólo unos años, Nina Hernández y Antonio Fuentes vivían en la Ribera del Charco, en una casa casi centenaria que construyó el padre de Nina, un marinero de cabotaje llamado Félix Hernández. Ahora viven exactamente entre La Raspa y La Miñoca… y sin embargo no se han movido del sitio. En el último medio siglo la casa ha cambiado: es más grande. Nada comparado a lo que ha cambiado el entorno. “Desde la casa nos podíamos tirar al Charco en marea llena”, dice Nina. Si lo hicieran ahora, sobre todo un viernes por la noche, caerían sobre alguien.

Aun así, dicen que no les molesta ni la gente ni el ruido porque el viento aleja las voces hacia La Puntilla. En la planta baja de la casa, tras una pequeña puerta azul, donde antes estaba el traspatio con sus gallinas y su cabra, ahora sigue estando el taller donde Antonio guarda algunas de las maquetas de los barcos que ha ido fabricando: balandros, goletas y pailebotes que llevan los nombres de sus hijos y de sus nietos.

La suya es de las casas más antiguas que quedan en esa zona, donde la marea dejó paso a un paseo y el paseo dejó paso a las terrazas. Mucho antes de eso, en el Charco, casi como en todo Arrecife, todos los vecinos estaban vinculados a la pesca. Nina y Antonio, que nacieron en 1932, también lo estuvieron, aunque siempre en tierra.

Antonio era carpintero de ribera y Nina, que se llama Enedina, llevaba la administración de los dos barcos de Gervasio García Tabares; el Erotiz y el María del Carmen. Antonio empezó a trabajar con 13 años en talleres de maestros como Francisco Trujillo, Luis Trujillo, Tato o Gregorio Melo, en Puerto Naos. También había una serrería de Pancho Trujillo “y otra de un francés”.

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