Espacio de opinión de Canarias Ahora
Agosto ya no es lo que era
Agosto, como digo, ya no es el que era porque los políticos, aun de vacaciones, siguen enredando. Las malditas nuevas tecnologías de la comunicación les permiten continuar el coñazo entre chapoteos, jarras de sangría y caminadas por la montaña. Así, Dolores de Cospedal, de la que tenía yo mejor opinión, lanzó vía video la serpiente veraniega de que altos cargos del PP y ella misma han sido o son víctimas de escuchas telefónicas ilegales, ordenadas, cómo no, por Zapatero malo. Aseguró tener pruebas y el grueso del PP se apresuró a respaldar semejante ampliación de la teoría de la conspiración contra el primer partido de la oposición y cierra España, que hay corriente.
Pero Cospedal no presentó pruebas y Rajoy tuvo que recoger velas. Como si nada hubiera pasado. Añadiré, para mejor ilustración y cachondeo, que llaman “cospe” a cada uno de los cortes hechas con la azuela a la madera para su desbaste; de lo que se infiere “cospedal” como conjunto de esos cortes. La mandarina pepera, urbanita al fin y al cabo, trato de hacer honor a su apellido a costa de Zapatero, a falta de madera rural.
En Canarias, sabrán, tenemos una hora menos y mientras Rajoy se deslizaba como largarto entre las pitas para no hablar de lo afirmado por Cospedal, Soria se lanzó a calificar de ilegal la escucha en que Paulino revelaba sus preocupaciones familiares. Y no sabría decirles si el rapto cospedaliano de Soria se debió a simple ignorancia o a poca vergüenza compuesta. Porque el teléfono en el que se oyó al presidente presionar a favor de una sobrina no era el suyo sino el del alcalde de Arona, pinchado por orden judicial; es decir, legalmente, de modo que la escucha a Paulino fue efecto colateral. Deberían ponerle al macho Soria una cebadera.
Como Soria es cosa de médicos, lo dejo. Aunque me temo que su mal sea contagioso, pues Cristina Tavío, namberguán del PP tinerfeño, además de afirmar la existencia de escuchas, dijo tener o haber tenido la sensación, en algún momento, de que la escuchaban los malvados psocialistas. Gracias a Dios, al tratarse sólo de una sensación, no debe ser paranoia grave. Aún más: pudiera ocurrir que todo se deba a la ansiedad provocada por la idea de que si no te pinchan el teléfono no eres nadie. Pobrecita.
Tras agosto, se prepara el PP para el nuevo curso repitiendo los modos del anterior. Sigue Rajoy sin considerar que en todos los partidos hay golfos y que es un error cerrar filas en su defensa, por cuanto se podría pensar que el conjunto del PP respalda las acciones de unos cuantos indeseables. Eso le ocurrió al PSOE felipista y vieron lo que pasó. Para mí, que Rajoy no tomara nota y escarmentara en cabeza ajena indica que no es un buen aspirante a la presidencia del Gobierno español.
Lo digo porque en defensa de los imputados peperos, Rajoy señala al Gobierno como instigador. Hablan, él y lo suyos, de Inquisición, de Estado policiaco y otras lindezas, a falta del Moscú soviético que tan útil fuera a sus inmediatos predecesores. No condena los hechos sino su investigación y sobre todo que sean dados a conocer. Y culpa a Zapatero malo ocultando, ya ven, que los escándalos fueron denunciados por miembros del PP o afines a él, porque, para su desgracia, hay mucha gente seria en su entorno que no está dispuesta a tragar. Así ha sido en el caso Gurtel, en el del espionaje en Madrid o en el asuntillo mallorquín del Palma Arena. Igual que en Gran Canaria, donde las denuncias de los escándalos de Telde, de Mogán y del concurso eólico, por no citar otros, partieron de las propias filas del PP. Los psocialistas se atuvieron al principio de hoy por ti mañana por mí y Saavedra, tan crítico con López Aguilar, no lo ha sido con Soria; ni como jefe político de los imputados ni como divulgador de las tesis conspirativas que ponen en solfa las instituciones del Estado; de ahí que Soria lo tenga en tan alta consideración. Caimán no come caimán. En lo que toca a López Aguilar, qué quieren que les diga: mucho chau-chau y poco jase-jase.
Hay otras actitudes de Rajoy que justifican su mala valoración como candidato presidencial. A su deseo de llegar a La Moncloa cabe aplicarle la máxima de Tácito: para los que tienen afán de poder no hay término medio entre la cima y el abismo. La última fue el anuncio de que se opondrá a todas y cada una de las subidas de impuestos del Gobierno. Sin entrar en el fondo del asunto, diría que unas estarán más justificadas que otras y que quien aspira a presidir el país debería discernir y razonar su oposición a unos incrementos o a todos y admitir, si fuera el caso, la oportunidad de otros. Como de máximas voy, diréles que para Catón la primera de las virtudes es contener la lengua. Por eso, ponerse en pie de guerra por sistema contra las decisiones del Gobierno, incluidas las que aún no han sido formuladas, no es el mejor camino para llegar a la cima sino de pegarse el talegazo.
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