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Alguna buena noticia, por favor

Antonio San José / Antonio San José (*)

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Eso es, sin duda, lo peor. Joan Manuel Serrat cantaba aquello de “Bienaventurados los que están en el fondo del pozo, porque de ahora en adelante sólo cabe ir mejorando”. Se supone que cuando alguien llega hasta lo más profundo de una situación adversa, tiene como combustible el incentivo de la certidumbre absoluta sobre el inevitable cambio a mejor de su suerte. Lo malo de esto es que no hay nadie, ni siquiera los premios Nobel de economía, que se aventure a explicarnos cuándo empezaremos a remontar el vuelo y a dejar atrás esta puñetera crisis.

Insoportables agoreros

Todo lo más que alcanzamos a leer o a escuchar de boca de los que supuestamente saben, es una retahíla de buenas intenciones, expresadas con toda la cautela del mundo, ubicando la salida del túnel para el año que viene o el próximo, sin concretar más. Eso, cuando no algo peor en forma de negro e insoportable augurio formulado como “lo-peor-está-aún-por-llegar”. Eso sí que asusta. Estamos mal, pero podemos estar peor, o lo estaremos con toda seguridad. A nuestro alrededor las empresas siguen cerrando, los despidos continúan a toda máquina y las predicciones negativas se solapan día tras día provenientes de fuentes diversas pero igualmente amenazantes.

No más datos, por Dios

Un viernes es el Gobierno el que nos da el susto al revisar a la baja todas las expectativas y anunciarnos un periodo negro lleno de paro y sacrificios. Aún no nos hemos recuperado, cuando el lunes siguiente es la Comisión Europea la que nos dibuja un panorama aún peor del anunciado que nos llega como un Apocalipsis fatalista y dramático. Pero es que, más tarde, es una escuela de negocios o el servicio de estudios de un banco el que nos vuelve a situar en un umbral aún más bajo del que suponíamos? y así hasta la náusea.

El final del túnel

Necesitamos saber con certeza todo lo mal que vamos a estar, el conjunto de sacrificios que tendremos que hacer, el desempleo que soportaremos y la duración de toda esta negra travesía. Un preso conoce el final de su condena y en ese límite busca soporte moral para encarar su situación entre rejas. La sociedad mundial, con todos sus gurús internacionales, no es, en cambio, capaz de prever el final de la cuenta atrás hacia el desastre.

Precisamos alguna buena noticia. Un indicador positivo, algo de esperanza. Sólo la inutilidad de los que mandan en la economía mundial o el desconocimiento de los males que aún han de aflorar en forma de bancos en quiebra, explican el ambiente de desoladora oscuridad en el que nos movemos.

Un cura en Bilbao

Les dejo con una sonrisa que viene a cuento. Un sacerdote predicaba en Bilbao todos los males del universo y las amenazas del infierno para los pecadores que, desoyendo la ley de Dios, se exponían a una eternidad de fuego, dolor y sufrimiento. Al fondo de la iglesia un grupo de feligreses, pecadores ellos, escuchaban horrorizados las admoniciones del cura en el púlpito, hasta que uno de ellos saltó y le espetó en voz alta al oficiante: “Padre, si hay que ir al infierno se va. ¡Pero no nos acojone!”.

(*) Antonio San José es periodista, analista político y articulista de El Plural

Antonio San José (*)

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