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Los amigos de Madrid
Y una de mis más aparatosas caídas se produjo la primera vez que fui consciente del auténtico sentido de una frase que se suele oír a los candidatos de los dos grandes partidos cuando piden el voto, por ejemplo, en una autonomía cuando esa misma fuerza está instalada en el Gobierno de España. Por ejemplo ahora el PSC pide el voto porque ellos, dicen, se entenderán mejor y lograrán más cosas con sus amigos de Madrid, lo que en román paladino (sin señalar subliminalmente a ningún candidato que esté en la corte) significa más dinero. Y poco antes sucedía lo mismo con el PP, y antes con el PSOE, y mucho antes con la UCD. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Lo que no dice la Biblia es que la pobre infeliz murió lapidada tan pronto como el Maestro se dio la vuelta por culpa de la tradicional mendacidad e hipocresía de la política partidista, que se niega a reconocer en público sus pecadillos intramuros. Es el caso de Miguel Sebastián acusando a Ruíz Gallardón nada más y nada menos que de tráfico de influencias insinuando que intermediaban asuntos de faldas. Si se analiza a fondo tal argumento, a mi forma de ver, encierra una de las mayores inmoralidades políticas, carencia de justicia, o falta de ética si se prefiere, que puede darse. Es reconocer directamente que el Ejecutivo central no actuará como debiera hacer y comportarse el gobierno justo y honrado de todos los españoles, sino como un repartidor de prebendas y regalías a los que han sido buenos con ellos y los han votado en las autonomías. O dicho de otra forma: si me votas a mí, Madrid nos premiará, en caso contrario vendrá el Tío Paco con las rebajas y no tendrás dinero para cubrir las necesidades en educación, sanidad o cualquier otro servicio, porque se lo daremos a quienes hayan sido buenos con nosotros y nos permitan seguir repartiendo el pastel. Y es bien sabido que quien parte y reparte, si en ese menester muestra buen tino, se quedará para sí la mejor parte. El argumento de la cantidad a recibir es aún más perverso, si cabe, puesto en boca de partidos nacionalistas pactando con uno de los dos grandes en Madrid. Hablando de repartir y según el diario La Razón, el ministro Solbes recomienda a Zapatero que adelante las elecciones previstas para marzo de 2008, al otoño de este año, porque los presupuestos serán difíciles de cocinar con los ingredientes y pretensiones de sus adheridos, mal llamados socios. El motivo es que, en año electoral, las exigencias de los nacionalistas para seguir dando su apoyo a los presupuestos serán aún mayores que en los anteriores ejercicios. El mismo periódico asegura que la Ejecutiva Socialista habría propuesto el 28 de octubre como fecha señalada para los comicios generales, el día en el que “se cumplen 25 años de la histórica mayoría absoluta lograda por Felipe González”.Pero, ¿qué ética pública cabe esperar de un país cuyos tres poderes básicos en una democracia son interdependientes y no actúan como controladores entre sí? En España, y en otros muchos sitios más, el pueblo elige a los miembros del Parlamento, éste a su vez al Gobierno y por último a los representantes en los órganos de control, ocupándolos con personas afines a la ideología mayoría parlamentaria que se hubiera constituido. Los partidos en esos días se parecen a una oficina empleo con muchos militantes haciendo cola en la fila del paro. ¿No sería más ético que los miembros del Gobierno no tengan militancia activa, como sucede con jueces y militares, o cómo se le está exigiendo a la Iglesia, si han de ser el Gobierno de todos y no sólo de quienes les han votado? ¿Cómo se puede decir sin faltar a la verdad que el Parlamento controla al Gobierno si éste emana de la mayoría política de aquél?Es verdad, volviendo al principio de este artículo, los guindos se han inventado para caerse de ellos si no se toman las precauciones de amarrarse bien al árbol que mejor cobija y mejores frutos puede dar. Pero para eso hay que estar hecho de una determinada pasta y estar dispuesto a desayunar sapos verdes y babosos pensando que engullen caviar iraní, mal trago que puede ser trasegado más fácilmente cuando tienen la contrapartida económica que media entre la triste cereza, fruto para los guindosos, y la hueva del esturión mientras se pisa moqueta. Muy edificante y ejemplarizador, sí señor. José Fco. Fernández Belda
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