Espacio de opinión de Canarias Ahora
533 años de la fundación del Real de Las Palmas
El asentamiento, capitaneado por el aludido Juan Rejón y el deán Bermúdez, tenía por misión primigenia la conquista de la Gran Canaria; y luego, una vez sometida la isla redonda, la claudicación de Tenerife y La Palma. Bajo la concluyente decisión y los auspicios de los Reyes Católicos, que veían peligrar el dominio imperialista de ultramar, por las amenazas constantes de la Corona de Portugal, con su potente flota militar y colonialista, que pretendía también asediar y anexionarse las islas Canarias desde ancestrales tiempos, para someterlas a sus dominios territoriales ultramarinos. A pesar de las guerras exteriores e interiores de la Corona española, que dejó esquilmadas las arcas de la regencia estatal, tuvieron urgentemente que solventar la conquista de Gran Canaria y demás islas.
Fue la Villa del Real de Las Palmas, la primera ciudad fundada mediante cédula Real, firmada durante el reinado Isabel La Católica, allende sus fronteras territoriales, y prácticamente la primera de la historia implantada en los abisales del Atlántico, de las ciudades alejadas de las orillas del continente africano, antes de la conquista y descubrimiento de América. Y durante la hazaña colonizadora, fue baluarte primordial para el descubrimiento de América, junto a La Gomera, fondeando las carabelas, entre otros, en el golfo natural de La Isleta. Entrando la ciudad en la Historia (de la que carecía), en los comienzos de la Era Moderna. Pero según el eximio historiador Rumeo de Armas, sería Fernán Guerra, que también participó y venía en la misión conquistadora de la isla, partiendo el 10 de junio de 1478, del Puerto de Santa María, enviado por el propio rey Fernando el Católico (con quien mantuvo varias audiencias, para la invasión inmediata de Gran Canaria). Propició aquél, junto al aborigen Juan de Telde, la creación de la ciudad en la zona, quienes encontraron aquel lugar como más idóneo y embrión originario para el nacimiento y fundación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en 1478.
Hoy, y desde siempre, Las Palmas de Gran Canaria, está situada en un punto estratégico de la geografía oceánica, sirviendo de nexo, “eran en tiempos de Galdós la red de los caminos que conducían y salían de la isla”, escribía Carmen Laforet, por estar la ciudad enclavada en aguas de la travesía del Atlántico hacia sus rutas continentales marítimas. Es atravesada, en su discurrir, por la generosa fluencia de los vientos alisios y las corrientes marinas norteñas, que la genera un clima de amable bienestar, marcando el mercurio una temperatura primaveral y constante durante todo el año, de afable calidad meteorológica para en ella vivir confortablemente. La bahía natural, con que cuenta, y donde se instala, inequívocamente los puertos marítimos de La Luz y de Las Palmas, que dan vigor y lustre a la ciudad, e impulso económico imprescindible, a la ciudad comercial y de servicio a la navegación náutica.
Esta referencial dársena marina ha convertido a la ciudad en lugar de encuentro de múltiples culturas, que en su paso la circundan, cristalizando en los habitantes laspalmeños con un hálito de cosmopolitismo, desde hace más de una centuria. Esas idiosincrasias y costumbres varias, que habitan momentáneamente la ciudad, han hecho que en el grancanario se instale un carácter receptivo, amable, permisivo y modelado por todos los hábitos humanos y etnias de todo el mundo, que en esta ciudad hacen escala, en todos los habitantes de la capital e ínsula, consagrada por la multiculturalidad y alejada de todo aldeanismo trasnochado. Hecho que ha calado en los habitantes de la ciudad grancanaria en afabilidad, originando un progresismo y de respeto con todos. Asume por contagio, el propio laspalmense un sentir viajero, para atravesar el horizonte que nos oculta el más allá.
Las Palmas de Gran Canaria cuenta, con las virtudes, defectos y vicios de una gran urbe. Abierta de par en par, por la vehemencia de los canarios, que ofrecen sus halagos de bienvenida a los que a ella arriban. Y los que llegan, les cuesta partir en regreso. Aunque en continua expansión hacia la modernidad, tiene el sacrosanto deber de mimar, restaurar y conservar las zonas ceros, donde germinó el origen de la ciudad: Vegueta y Triana, como embriones de lo que fuera la ciudad hasta finales del siglo XIX, con generoso deber de cuidar las antigüedades arquitectónicas y urbanísticas de los dos barrios de antaño. Será el merecido galardón (que ya urge su activar), de ser Patrimonio de la Humanidad, en próximo futuro, como primera ciudad fundada en el Atlántico, en mar abierto, y por sus dones y solera, en 1478. Y que se le otorgue: ser la capitalidad cultural europea 2016.
Teo Mesa
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