Bribón: regata y regate
Aún estamos en primavera pero parece que estemos en verano con su típica e inane serpiente informativa. Desde hace una semana los telediarios abren con Eurovisión y con el regreso del rey emérito.
Si a Juan Carlos le hubiese dado por presentarse al Festival de Eurovisión, como hizo hace unos años aquel machango que fue elegido popularmente por sus fans eurovisivos, los telediarios no darían abasto abriendo y cerrando monotemáticamente con el mismo protagonista.
Felipe VI estuvo hace unos días en Abu Dhabi pero no se vio con su padre. Se limitó a llamarlo por teléfono, como si esa misma llamada no pudiera hacerla desde el Palacio de la Zarzuela. Debe ser que como era llamada local le salía más barato.
Esto es como cuando Ayuso fue a Nueva York para hablar en rueda de prensa con los medios españoles a los que la Comunidad de Madrid pagó el viaje y la estancia. No hacía falta irse tan lejos para que los medios nacionales se hicieran eco de sus palabras. La presidenta de la Comunidad podía haber ahorrado dinero y tiempo compareciendo ante los medios en la Puerta del Sol. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.
Mira que se han puesto pesados con estos temas los periodistas de toda España, como si no hubiese noticias más importantes que ofrecer. Del rey emérito solo nos interesa que devuelva el dinero que se irregularmente, aunque como era lógico la Fiscalía y la Magistratura españolas pasaron de puntillas por esos delitos ya que unos prescribieron y otros son inimputables porque a nuestra sacrosanta Constitución le salió del mondongo catalogar de irresponsable al jefe del Estado de esta cómica monarquía.
En Inglaterra, aunque también viven en una monarquía antediluviana, al menos los jueces no exculpan a los reyes porque, según dijo un magistrado en un auto judicial, sería como si el Borbón saliera de rositas si le diera por robar un diamante en una joyería londinense de Oxford Street.
España es un país lleno de súbditos pelotas y aduladores que se desviven por salir en una foto en el Hola con cualquier miembro de la familia real.
Hay mucho descerebrado que prefiere que el jefe del Estado no se elija democráticamente y que los hijos sucedan a los reyes cuando estos mueran o abdiquen, como hizo Juan Carlos I porque no le quedó más remedio tras meterse en varios berenjenales de alta alcurnia a la vez.
Muchos monárquicos son tan cretinos e ignorantes que culpan a la izquierda del autoexilio del emérito cuando el que lo puso de patitas en la calle fue su propio hijo Felipe VI. El actual rey no solo le quitó la paga a su antecesor sino que le conminó a que pusiera pies en polvorosa hasta que el caso de los 65 millones de euros que le regaló graciosamente a su amante Corina no se hubiera difuminado y las sentencias judiciales no fueran progresivamente absolviéndolo por irresponsabilidades penales y prescripciones.
Los ultraconservadores aplauden al rey solo porque la izquierda le pide lógicas explicaciones a sus actos inmorales y presuntamente delictivos. La prescripción no significa que no exista delito. No creo que sean tan tontos como para preferir no votar democráticamente al jefe del Estado.
Seguramente la derecha tradicional y apostólica de toda la vida creerá que el único acto inmoral del rey emérito ha sido su supuesta infidelidad, sus múltiples aventuras fuera del matrimonio, pero a su vez lo exculpan de sus fechorías fraudulentas y millonarias. Dicen que vino a Galicia a regatear con su barco Bribón pero lo único que regatea este hombre a estas alturas es a los españoles y a la justicia.
Hace unos días ha salido a la palestra un grupo de súbditos aduladores que pretenden justificar las tropelías de Juan Carlos aduciendo los supuestos negocios que posibilitó a muchos empresarios españoles gracias a sus relaciones con otras dinastías europeas y del Golfo Pérsico. Sobre todo las del Golfo.
O sea, que según esto súbditos inmorales, al rey se le tiene que excusar cualquier desviación penal o moral porque también ha enriquecido a otras empresas patrias, cuyos propietarios y altos ejecutivos llevarán seguramente la bandera de España en la correa del reloj y una pulsera que dice libertad, parafraseando a Isabel Natividad.
Aunque sus partidarios monárquicos estén tan contentos con el regreso del rey emérito, no cabe duda de que este anciano de 84 años que reinó casi 40 en España es el que más está trabajando a favor de la Tercera República española. Los republicanos nunca se lo agradecerán lo suficiente.
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