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Y Bush se hizo la foto
Este encuentro carece del menor misterio. Primero veamos la farsa y después el meollo del asunto. Bush necesitaba algún triunfo exterior ante los electores republicanos antes de las próximas elecciones, pero tanto él como el israelí y el palestino carecen de la menor autoridad para firmar acuerdos de hecho inviables, dados sus bagajes políticos. Hubo conatos de manifestaciones en Cisjordania este primer día, al tiempo que miles de palestinos salieron a las calles de Gaza para pronunciarse en contra de la cumbre de Annapolis. El dirigente de Hamas, Ismail Haniya, declaró que la conferencia “será un otoño sin frutos”. Los partidarios de Haniya controlan la franja de Gaza asediada por Israel y la ceguera occidental. ¿A qué va a comprometerse Abu Mazen en estas condiciones? Además, a espaldas de Gaza su ascendencia política y la de Al Fatah sobre Cisjordania sufrirá nuevas erosiones.
No vayan a creer que Ehud Olmert lo tiene mucho mejor. Como ha escrito Daniel Pipes, los pocos aliados gubernamentales que le quedan al primer ministro israelí le darán la espalda si, por ejemplo, acepta la partición de Jerusalén. Los laboristas rechazarán cualquier acuerdo que implique sacar las fuerzas militares de Cisjordania. La ministra de Exteriores y amiga de Condoleezza Rice, Tzipi Livni, mejor dimite si no se renuncia al derecho al retorno de los palestinos. Muy dudoso que Olmert trague acuerdos con los palestinos que seguirían empujando hacia abajo la popularidad de su partido Kadima en beneficio del Likud. De Annapolis sólo saldrá la pelea eterna y aparentemente sin fin.
Vista la farsa y, como todo tiene explicaciones, vamos a por el meollo del asunto. Insisto en lo expuesto en esta columna la semana pasada. Los ocho viajes de Condoleezza Rice por Oriente Medio durante los últimos meses estuvieron inspirados en una sola obsesión. A saber, cómo recuperar la tutela estadounidense sobre los llamados países árabes moderados tras los fracasos de Irak y la derrota israelí en Líbano. La inspiración de esta orientación corresponde al gran maestro de la política exterior republicana, Henry Kissinger, quien ha expuesto esta idea en varios artículos publicados por la prensa estadounidense.
Se trata de detener el clamor por la salida de Estados Unidos de Irak surgidas entre sus propios aliados árabes, convencerlos de la necesidad que tienen de su protección ante el extremismo y asegurarse un amplio frente unido contra Irán, presentado como el peor enemigo de la estabilidad de Oriente Medio. En pocas palabras, recuperar la influencia perdida. Se entiende, pues, la presencia en Annapolis de tantos países árabes. Hasta Siria está participando con el señuelo de discutir sobre los Altos del Golán. Más claro el agua clara. La paz entre Israel y Palestina está donde se encontraba antes de Annapolis. En el limbo de los injustos. Y habrá que ver si Washington consigue la recomposición de sus alianzas en la región.
Rafael Morales
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