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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal
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Una cáscara vacía

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A mediados de junio pasado, la Fundación Alternativas presentó a la opinión pública su “Informe sobre la Democracia en España 2013”. Según sus autores, la democracia española ha experimentado “un gran salto hacia atrás” en los últimos años, “empeorando dramáticamente hasta situarse en posición de cola”. Entre cero y diez, su valoración en este año para los ciudadanos se sitúa en 5,2 puntos. Se produce una caída alarmante de 0,6 puntos con respecto a 2012 y de un punto si tomamos como referencia el 2008, lo que demuestra que la tendencia negativa avanza a gran velocidad. El porcentaje de insatisfacción con su funcionamiento está 17 puntos por encima de la media europea, solo superado por Grecia. Para Belén Barreiro, directora del Laboratorio de la Fundación “las bases de apoyo a nuestro sistema político y económico se han roto. (?) Ya no se apoya sin fisuras a la democracia. La consideración de la democracia como la mejor forma de gobierno ya no es unánime”. En diciembre de 2009 un estudio del CIS situaba el respaldo al sistema democrático en un 85%, hoy apenas el apoyo es de un 61%. Cerca de un 20% estima que la democracia no es mejor que otros sistemas políticos. Un 57% de ciudadanos (el 70% entre los jóvenes) piensa que la democracia podría funcionar sin partidos políticos. Según el último sondeo de Metroscopia, a los dos grandes partidos políticos alentadores del bipartidismo (PP y PSOE) apenas los apoya en estos momentos el 23% de la población?

En la presentación del estudio, José Ignacio Torreblanca afirmó que España se está convirtiendo en una sociedad dual y dividida, en el país con mayor desigualdad de la UE y con la pobreza más extrema. Cada vez más se asienta en el sentir colectivo la percepción de que la democracia está más intervenida, que las elecciones han dejado de ser el instrumento para decidir qué tipo de gobierno y de políticas se van a emprender, que la dependencia de los poderes económicos es cada vez mayor y que la corrupción no deja de aumentar, que todo va adquiriendo paulatinamente el cariz de un fraude perpetrado con indolencia?

La Monarquía alcanza cada día un mayor desprestigio; el Gobierno (apenas votado por el 28% de la población), miente e improvisa sin tino, en medio de un proceso de corrupción de consecuencias imprevisibles (“me tiene abochornada la corrupción del partido” comenta Esperanza Aguirre); el PSOE no sabe que hacer y pacta no se sabe exactamente qué cosas, empitonado por el caso de los ERE andaluces; se legisla para poner a la Justicia a disposición del Gobierno; el Parlamento, a las órdenes del Ejecutivo, no cesa de ser cuestionado; los medios de comunicación no dejan de perder credibilidad; los sindicatos, criticados y cuestionados apenas pueden sostener sus aparatos; la política y los políticos se perciben más como un problema que como una alternativa para salvar la situación?

Mientras aumentan el paro y la pobreza los ciudadanos asisten, acuciados por el miedo, la rabia y la desesperanza, a programas electorales incumplidos; a recortes laborales y sociales; a pérdidas de derechos y libertades; a ataques frontales al Estado de bienestar fragilizándose la educación, la sanidad, los servicios sociales y, ahora, las pensiones; al endeudamiento colectivo para salvar a la banca y a la deuda privada; a las evasiones fiscales; a la privatización y la venta del patrimonio del Estado; a la emigración de los jóvenes y de los investigadores; al secuestro de la democracia para ponerla en manos de las élites?

Pero la quiebra de la salud de la democracia no se produce solamente en España. Hace muy poco Viviane Reding, comisaria europea de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía nos advertía de un serio peligro de retroceso democrático en el Viejo Continente. Lo decía también recientemente Susan George: “En Europa se ha dado un desmantelamiento de las estructuras democráticas en base a tres principios: sigiloso, secreto y súbito (SSS)”. La pérdida de los valores democráticos europeos está dando paso a numerosos partidos populistas o de extrema derecha en distintos rincones del continente que no dejan de subir en estimación de voto y aceptación popular.

Y también en el resto del planeta. Según un informe de Freedom House el retroceso democrático en el mundo es muy significativo, hasta el punto de que en los últimos cinco años no ha dejado de producirse una caída en el número de países democráticos, datos con los que coincide The Economist, que señala que en la actualidad solo el 11% de la población mundial vive en democracias completas. Para Richard Youngs, responsable del centro de pensamiento europeo FRIDE, el autoritarismo resucita con fuerza en todos los continentes: “En contra de lo que dicen muchos analistas, las dificultades por las que atraviesa la democracia no se deben a un exceso de esfuerzos para intensificarla, sino, más bien, a su baja calidad (corrupción, clases dirigentes depredadoras, sociedad civil débil, falta de independencia del poder judicial y de los medios y nula respuesta de los gobiernos a las reivindicaciones de sus ciudadanos)”.

Podría seguir aportando decenas de datos y ejemplos sobre la regresión de la democracia, pero quisiera señalar como especialmente significativo el que Richard Nixon se viera avocado a dimitir en 1974 tras la denuncia de periodistas independientes de que realizaba escuchas ilegales (caso Watergate) y hoy el actual presidente de EEUU no solo no dimite por someter a espionaje a millones de ciudadanos, organizaciones y países, sino que encima persigue hasta la extenuación (con la complicidad de muchísimos países, inclusos de los espiados) a ciudadanos valientes capaces de denunciar estas tropelías (Assange, Snowden?) y a los países que osen apoyarles.

Paolo Flores d'Arcais reflexiona en Democracia (Galaxia Gutenberg) sobre esta preocupación colectiva: “¿Adónde van las democracias reales existentes? Como ya hicieron los socialismos reales, en dirección opuesta a lo que habían prometido. Hacia la cáscara vacía a la que se va reduciendo la soberanía de todos y de cada uno. Por el momento salta a la vista que la política está sucumbiendo a la economía, y por lo tanto la economía está subvirtiendo la democracia. La bolsa es el árbitro de toda virtud. Los únicos valores conocidos son los valores de las acciones”. Para Andrea Greppi (La democracia y su contrario. Editorial Trotta), “sin ser típicamente autoritarias, las democracias actuales están siendo internamente desarboladas por la quiebra de las condiciones mínimas de legalidad que deberían caracterizar al Estado social de derecho, pero también, y sobre todo, por una serie de razones que mucho tiene que ver con la creciente dificultad que tienen los ciudadanos para elaborar opiniones propias”.

Y es aquí donde está el quid. En la presentación del Informe Alternativas, Felipe González advertía que el origen del problema de la democracia no es solo económico, sino que está en las élites “y serán los movimientos sociales los que tendrán que articularse para darnos soluciones prácticas”. Es lo mismo que dice la periodista Nicole Muchnik: “la ”política“ es la capacidad y el deber de imaginar el mundo de mañana. Cuando ese papel no lo llevan a cabo los gobernantes, la expresión pública de todos los contrapoderes -asociaciones, sindicatos, ONG, movimientos- se revela indispensable”.

No podemos esperar una regeneración de la democracia si no es desde la movilización social. Es hora de rescatar la participación y la responsabilidad social que nos están hurtando. De vencer la resignación y el miedo. De defender -como apunta el Círculo Cívico de Opinión (Camps, Cortina, Vargas-Machuca, Gamá?) o la Convocatoria Cívica de Garzón, Mayor Zaragoza, V. Navarro, Ramonet y tantos otros- un cambio en el orden de los valores para recuperar la persecución del bien común, la equidad, la verdad, la cultura de la ejemplaridad, la solidaridad, el esfuerzo, la educación, el prestigio de la política y lo público. Para defender los derechos cívicos, el reparto de la riqueza, la lucha contra los privilegios de los banqueros, el fraude fiscal y la corrupción, la exigencia de responsabilidades a los que nos han llevado a esta situación, la representación directa, la ilusión por crear una alternativa política y social...

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