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No es el caso Bárcenas, es el caso Partido Popular

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No es el PP el que crea el mundo del capital, es el mundo del capital quien conforma el partido destinado a ejercer el poder político administrativo. La sustancia del poder estatal del capital es la coacción y el efecto placebo que le otorgue consenso social: la persuasión. Sin un mínimo de ese consenso el tupido tejido del poder carece de nutrientes y deja de funcionar.

Pero el poder del capital, ejercido formalmente a través de su partido, tiene como objetivo material, de primer orden, someter lo publico, subordinarlo al interés del lucro de la clase dominante.

El partido gobernante necesita de una intendencia enriquecida, financiación, y eso no fluye de la generosidad de filántropos, rara especie, por otra parte, en una clase fetichizada por la mercancía y el lucro. Ni que decir tiene que mucho menos se abastecen las despensas con las cuotas militantes.

En ese lado de la sociedad todo es más prosaico, más pragmático, la verdad es lo útil y lo útil es lo que entra en caja. A menudo, si la cosa vale la pena, aunque te pueda costar la silla eléctrica.

En lo fundamental se sufragan formaciones `políticas de esa naturaleza con estrategias de apropiación de recursos públicos acumulados por las rentas del trabajo y el expolio en el consumo social.

La parte más suculenta de su tesorería proviene de una variante de “inversión” que, en forma de “donaciones”, franquea las puertas al saqueo de lo público: licencias, adjudicación de servicios y obras, concesiones...

Si hay donaciones no es por apego a la idea, a una concepción ideal de la sociedad, es porque operan aquellas contraprestaciones que en definitiva siguen el curso que desvía hacia el capital los recursos públicos.

No importa mucho que el Sr. Bárcenas se haya enriquecido -nosotros somos comunistas, no resentidos sociales-; lo relevante es que lo haya logrado por estar afincado en el puesto de mando -tesorero- de un comando que, entre sombras, enlaza al capital con el poder político para la práctica del pillaje en la hacienda publica.

Bárcenas ha venido ejerciendo de pieza clave en ese celestinaje, y esa posición no es fruto de una patología, ni de una condición de delincuente -de lo que por lo visto se anda sobrado-, sino, básicamente, es un producto natural, orgánico, de la relación capital/partido en los dominios del capitalismo y su representación política.

Cuestión distinta y secundaria es que Bárcenas lo haya hecho torpemente, defraudando a “donantes” avaros y beneficiando competidores más desprendidos, con descaro, con fanfarronería, y que, para beneficio propio, haya metido más de la cuenta la cuchara en la caja.

No estamos entonces ante el caso Bárcenas, sino en el caso Partido Popular.

Esta vez la corrupción no cae en terreno de barbecho, sino en tierras roturadas y fertilizas por el desempleo, la pobreza, el desamparo, la explotación despiadada de la fuerza de trabajo... la indignación y la rabia.

Lo peor para el PP viene en camino, como le pasa al receptador cuando apresan al ratero.

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