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Cenas de gala por Nicolás Guerra Aguiar
Y las impresionantes bóvedas son testigos mudos de una cena de gala, de una cena de etiqueta, de altísima costura, de una cena de postín y sin cortapisas económicas, pues se recibe en él a parientes lejanos de los Borbones, los que habitan la Britania Máxima, que llamó Tomás Morales, donde vive la rubia pantera de Britania, al decir de Machado, o Gran Bretaña, Reino Unido, Inglaterra.
Más de cien invitados, lo que significa doscientas y tantas personas; cientos de coches de lujo; guardias de honor que enseñorean tal placentero banquete con sus trajes de gala; cientos de policías para el tráfico y la seguridad de los comensales; camareros, cocineros, furgones cargados de los mejores jamones pata negra, de burbujeante cava, de los más exquisitos vinos, de bandejas de plata y cubiertos de barrocos decorados.
Y todo, en una España que tiene a millones de jóvenes sin trabajo (¡qué ironías: la juventud mejor preparada de la historia de España!), a decenas de cientos de miles de obreros en el paro, a trescientas mil familias sin una puñetera nómina mensual; en una España que reduce los sueldos de sus funcionarios, que no paga sustitutos en las aulas, que padece y sufre miles de desahucios, que ve las inmensas colas de hambrientos ciudadanos para mendigar un plato de comida caliente? pero que calla, y consiente con su silencio, y acepta con resignación su oscuro futuro, mientras al inglés se le reclama Gibraltar en el discurso que es necesario soportar, a fin de cuentas la cena es gratis total.
Nicolás Guerra Aguiar
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