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Centurión

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Con el paso de los años, todo aquel conocimiento y los fundamentos sobre los que se debería sustentar la convivencia han sido suplantados por principios bastardos y carentes de toda ética.

Para colmo de males, las sociedades humanas han llegado a creer que un régimen dictatorial, aquel que asegura el “buen orden civil” -apoyado en el terror más sanguinario- termina por ser una buena opción ante el desconcierto general. Al pensarlo, traicionan los fundamentos mismos de la democracia, de todos, el sistema de gobierno “menos malo”.

Quizás por eso suene tan “demodé” hablar de conceptos como la lealtad y el honor, sumidos como estamos en una sociedad donde lo que impera es el pelotazo fácil y los matrimonios de conveniencia ?tanto empresariales como personales- entre seres diametralmente opuestos.

Y son precisamente ambos conceptos, la lealtad y el honor, los que sirven de motor de la narración de Centurión, la última película del director británico Neil Marshall.

Para el director de películas tan recomendables como Dog Soldiers, The Descent y Doomsday, lo que de verdad importa es el comportamiento y la forma que tiene de entender la vida el personaje principal de la historia, el centurión romano Quintus Dias (Michael Fassbender). Su alto sentido del honor, su lealtad inquebrantable hacia sus hombres y su afán por hacer lo correcto, sin importa el ambiente hostil en el que se desarrolla la acción, resultan unos argumentos más contundentes que todas las batallas a las que asistimos durante las casi dos horas que dura la película.

Después está la Bretaña conquistada y empeñada en revelarse contra el invasor. Esta rebelión la simbolizan los Pictos, un grupo de tribus, las cuales habitaban en lo que hoy conocemos como Escocia. Fieros, disciplinados, expertos en una guerra de guerrillas que a punto estuvo de derrotar a las legiones romanas, su impronta arremete contra las no menos disciplinadas legiones romanas. En este caso, la mítica Legio VIIII Hispana, la más veterana y la mejor máquina de matar de todo el imperio romano.

Marshall parte de la idea planteada por la escritora Rosemary Sutcliff, en su libro The Eagle of The Ninth, de que la novena legión fue diezmada por los Pictos, derrota que el director plasma con un realismo que recuerda, poderosamente, a la batalla inicial rodada por Ridley Scott en Gladiator. En realidad, la novena legión sufrió una severa derrota frente a los Pictos, pero luego de ser recompuesta, fue enviada a Germania, escenario no menos conflictivo que Britania.

Además, lo mejor de todo es que Neil Marshall, director y guionista de la película, tampoco toma partido con ninguno de los dos bandos en conflicto. Cada cual tiene sus virtudes y sus defectos, aunque los segundos sean más sobresalientes que los primeros. Al final, Quintus Dias es uno de los pocos personajes que logra mantener la cordura en medio de tanta insensatez.

Sin entrar en agravios comparativos con la ya mencionada película del también británico Ridley Scott, es obvio que el personaje de Quintus Dias tiene una clara influencia con Maximus Decimus, el protagonista de Gladiator. La influencia viene dada, porque el padre de Quintus Dias fue un gladiador, indultado tras sus repetidos méritos en el combate, y que luego educaría a su hijo sobre los preceptos del honor, la lealtad y la valentía.

Por seguir con esta línea de pensamiento, uno puede recordar a Proximo, el gladiador luego convertido en empresario, personaje interpretado por el genial Oliver Reed en la película de Scott. Proximo, indultado por el mismísimo emperador Marcus Aurelius, se convertirá en el mentor de Decimus, sobre todo cuando el general de las legiones Felix, regrese a Roma, transformado en un legendario gladiador.

No obstante, Quintus Dias no es solamente un hombre honorable y leal, en medio de un imperio muy dado a las traiciones. Es un hombre culto, que habla el lenguaje de los Pictos y muy alejados de las supercherías y los fanatismos de aquellos años. Por todo ello, resulta lógico que Quintus sintonice con Arianne (Imogen Poots), una joven picta, exilada en el bosque por su supuesta condición de bruja.

Arianne condenada por la ignorancia de su pueblo es tan sensata como Quintus y, además, consciente de que ninguno de los dos bandos tiene la razón. Su forma de pensar, condicionada en parte por su obligado aislamiento, choca con el afán de venganza de Etain (Olga Kurylenko) una sádica guerrera picta que vive por y para derramar la sangre del invasor.

Durante gran parte de la narración, será ella, Etain, la cazadora y Quintus y sus hombres las presas, obligando al centurión a dar lo mejor de sí para lograr salvar a quienes están bajo su mando.

Todo juega en contra de los huidos y a favor de los pictos, aunque cuando el único motivo que da sentido a tu vida es la venganza, será mejor que empieces a cavar tu propia tumba.

Centurión es una epopeya clásica, un péplum en el más amplio sentido de la palabra, pero sin el Technicolor de antaño. Sus personajes interactúan en el exterior y no en escenarios de cartón piedra y sus batallas son tan sucias, sangrientas y grotescas como solían serlo en la realidad. Además, Marshall narra la historia de una persona íntegra en medio de un mundo que ya empezaba a olvidar las enseñanzas clásicas y empezaba a redactar otras muy distintas.

Y es precisamente en estas dos lecturas, muy bien diferenciadas entres sí, en donde reside la mayor virtud de la película del director británico, y de paso, la aleja de otras propuestas similares, las cuales solamente potencian el “ardor guerrero” de los personajes.

Puede que a los seguidores de Neil Marshall, uno de los realizadores de cine de género más atractivos de los últimos años, no les haya gustado que éste haya abandonado su terreno natural por rodar una película como Centurión. No obstante, Marshall logra con esta película demostrar que es uno de los directores más interesantes de cuantos han surgido en los últimos años, razón por la cual merece la pena ver su película.

Eduardo Serradilla Sanchis

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