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Cómo chapotear en un charco (parte II)

Carlos Castañosa

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Mi artículo de la semana pasada, con este mismo título, estaba pensado como capítulo único; pero el aluvión de reconocimientos, comentarios y opiniones sobre la libertad de expresión y el respeto por los valores ciudadanos, me invita a ampliar ideas y criterios.

En especial me creo con el deber de atender el contenido adversativo de un audio que me han enviado de YouTube –consta en el adjunto– como extracto de un programa radiofónico de 43 minutos, en el que participan un supuesto directivo y el director de una emisora que, como aludidos, reaccionaron con una réplica acre y muy escaldada a mi texto, del que no nombran título ni autor. (Por mantener las formas, tampoco utilizaré nombre propios… por ahora).

Transcribo literalmente la muestra anexa de un corte de 38 segundos:

“… parece que nosotros vivimos aquí de… no sé… la caridad humana… o de algo… porque llevo repetida [sic] hasta la saciedad que el periodismo hace años que se acabó. Si a nosotros mañana Binter, y lo digo pero con…, Binter pone publicidad aquí, ¡¡¡y no volvemos a hablar mal de Binter!!!… ¿A ti se te ocurre?... No… no… Si el Ayuntamiento pone dinero… ¡pues tú te callas!… Y si lo pone el Ayuntamiento de La Laguna; ¡pues te callas también!… Y cuando lo pongan todos los ayuntamientos de la Isla (no me mires con esa cara)… no… no… Cuando lo pongan todos, después no hablamos de los ayuntamientos…”

A lo largo de la soflama, no se me rebate un solo punto de los expuestos en mi trabajo. Se limitan a descalificar sin dar la cara, con muy mal estilo y ausencia total de clase, sin discrepar con argumento alguno. Por lo tanto, no puedo sentirme aludido, pues mi contenido habla de cómo deberían ser las cosas, apoyado en la ética más elemental y en unos principios ajustados a la legalidad y a los derechos fundamentales definidos en la Constitución. Ellos, por el contrario, tratan de justificar irregularidades graves, con imprudente apología de un presunto soborno, posible chantaje y la supuesta malversación de dinero público, so pretexto de un “negocio” que ignora responsabilidades de servicio cívico y una flagrante falta de respeto hacia la opinión pública.

Compruebo en el audio un lenguaje abrupto, nada académico; calidad expresiva ramplona y desagradable al oído, impropia de quien tiene un micro delante –como apreciación personal– para emitir aseveraciones que atentan contra la deontología periodística; con una fatua e irresponsable prepotencia, y la agresividad que da la frustración por un supuesto fracaso gestor.

No hay nada más ridículo que intentar ser gracioso sin tener facultades para serlo. El sentido del humor es el aderezo sabio de la inteligencia. Abanderarlo para justificar la zafiedad y la grosería, solo indica cortedad de luces.

La gravedad de la grabación, disponible en la Web de la emisora, sin el más leve recato y ausencia de pudor mental, radica en la exhibición y alarde de un presunto delito, o varios, en relación con el dinero público y la posible malversación por desvío de fondos institucionales hacia una empresa periodística que “se deja comprar” y que, en apariencia, lo pide a gritos: “Te pongo a parir, y si empiezas a pagarme, dejo de atacarte”… Y a la inversa: “Si dejas de ponerme por las nubes, te retiro la subvención”… Un panorama desolador para la consciencia ciudadana.

Como contribuyente me ofendería que mis tributos sirviesen para alimentar una empresa de medio pelo a la que mi ayuntamiento nutriera con propaganda electoralista, conculcando así mi derecho constitucional a la veracidad.

La conciencia cívica induce a acudir a Fiscalía con la grabación completa; como tuvimos que hacer en su día, desde este mismo foro, para evitar el derribo del teatro Pérez Minik en el “Viera y Clavijo” que pretendía el Gobierno de Canarias.

Por tratarse de un tema que de momento no nos atañe personalmente, estaremos expectantes ante la posibilidad, si procede, de que Fiscalía actúe de oficio ante semejante barbaridad mediática. Cuanto menos, para auspiciar una auditoría a tan flagrante caso.

Les deseo un acto de contrición de los implicados para que rectifiquen y corrijan su error de apreciación, porque puede resultarles muy oneroso a varios niveles. Y que no pongan en entredicho el prestigio que les quede.

Por supuesto, aquí no necesitamos ninguna reparación personal al respecto. Lo único que exigimos una vez más –esta no es la primera– es que se nos “olvide definitivamente” (con todo énfasis puesto en verbo y adverbio). Así lo espero para no tener que insistir con otra PARTE III y, por este lado, dejar zanjada tan incómoda controversia.

Declarar que no puedo corresponder a la animadversión que me dedican, pues si analizo su crítica situación económica y operativa, solo me queda espacio para la compasión y para el deseo de que superen ambas, pero por méritos propios, que no con añagazas como la presente.

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