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Chela, eres un cabrón

Carlos Sosa / Carlos Sosa

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Vamos a saborearlo como te gustaba que lo hiciéramos, despacio, charlando con algún amigo. Hoy debería tocar charlar esta copa contigo, escuchar atentamente las cosas que siempre me contabas de la gente, del plato que acababas de pedir en alguno de los buenísimos restaurantes de Santa Cruz a los que me llevabas, de cómo prepararlo en el muy hipotético caso (y sabes que es muy hipotético el caso) de que se me ocurriera algún día ponerme a cocinar en serio.

Pero disfrutabas contándolo, y sabías que yo disfrutaba con lo que me contabas aunque confundiera el perejil con el cilantro o la denominación de origen de aquellas fabulosas anchoas.

Y hablar de mujeres, claro, de la vecina del tercero que nunca conocí y a la que te referías con tanta admiración por sus curvas y sus desplantes. De amores urgentes, de grandes polvos y polvos soñados. Ya ves, nunca te pregunté si te tiraste a la vecina, quizás porque nunca quise saber si existía.

Mucho menos hablamos de políticos, que te aburrían, lo sé, después de haberles escrito tantas cosas, de haber escrito sobre ellos otras tantas, de terminar aburrido de su aburrimiento de siempre. Preferías hablar de tus proyectos para la tele, del libro que preparabas o de lo atravesada que te resultaba la informática para colocar en la web la foto del último cocinero que entrevistaste.

Eres un cabrón, Chela. No te puedes ir así, venciendo a un cáncer, casi riéndote de él, y luego sucumbiendo de modo tan fulminante, sin avisarnos de que te ibas. Sin darme la oportunidad de emborracharme de nuevo contigo para poder contarte de cerca lo que nos dolió a tí y a mí la última conversación telefónica que sostuvimos. Sin saber cómo iba progresando tu voz cascada por tanta buena vida y un bisturí, cómo se están poniendo de buenas las buenas señoras de la buena sociedad tinerfeña o si ha abierto algún restaurante recomendable.

Se me acaba el whisky (lo estropeé) y no sé qué hacer, Chelita, si servirme otro y terminar emborrachándome esta noche a tu salud o si servirme dos más.

No me lo vuelvas a hacer, amigo.

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