Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los colores del tiempo
El conductor -que coincide además con el del programa La Alameda de la radio de esta casa- , nos llevó a mí y a un grupo de agradecidos y asombrados paseantes por las calles de una Isleta que la mayoría de nosotros no conocía o recordaba. Una Isleta luminosa, infinita como espacio, misteriosa y ácrata, que parecía tener cabida solo en un cuento o una novela, pero no bajo ese mismo sol que hoy alumbra Las Canteras. Los olores, colores, brillos y sombras de esa época, de la no nos separan más que unas decenas de escalones, están ahora guardados en las páginas de El color del tiempo, resucitables ya en cualquier momento por cualquier lector y haciendo así posible una vez más el milagro de la letra escrita, que nos deja asomarnos desde otros ojos a vivencias ajenas y vestirnos luego con ellas, llevárnoslas puestas cual chaleco o chancleta. Yo desde luego, me las llevo puestas, y no me las quito. Las incorporo al equipaje para seguir subiendo escalones, que con la altura van permitiendo vislumbrar a veces hasta lo no vivido. Así que, por ese regalo, por El color del tiempo, gracias Domingo.
Y de resto? ¿qué les cuento?? Más que contarles, ya que hablamos del tiempo, esta vez atmosférico, debería desearles de todo corazón que no les llueva mucho, o que, si les llueve, no les pille cerca de zona susceptible de resquebrajamiento, raja o derrumbe, aunque visto lo ocurrido con el temporal exprés del otro día, eso podría pasarnos casi en cualquier rincón de la capital. Y es que el tiempo esta semana no ha tenido buen color, y, aún sabiendo que un volumen de agua como el que cayó en esas dos horas del miércoles es un desafío para cualquier infraestructura, no estaría de más un poco de previsión. Y puestos a prevenir, no vendría nada mal tener las alcantarillas y cauces de agua limpitos y saneados, abstenerse de construir carreteras o torres gemelas en barrancos y reforzar muros y paredes sostenidas con palabras. Pero claro, de eso sólo se acuerdan las autoridades pertinentes cuando el agua cae de verdad, inunda túneles y corta calles. Ese recuerdo dura unos días en periódicos y mercados, donde la gente pone preciosos a ayuntamientos y cabildos, pero se van diluyendo conforme se secan los charcos. Después, con un poco de suerte, las lluvias no caen hasta Carnavales, por lo que tiempo, lo que se dice tiempo, hay de sobra para volver a olvidarse. Así que, lo dicho, como no volveremos a hablar de esto hasta la próxima inundación, reitero mi deseo: que les llueva, pero poquito.
Fayna Brito
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