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Las cosas de Aznar
Debió ser lo suyo desahogo del falangista reprimido que lleva dentro. De tanto andar con la cara al sol no ve nada. Por ejemplo, los editoriales del Financial Times, que no me parece, la verdad, publicación demasiado de izquierdas y antisistema. Como no podía ser de otra manera, que diría Fraga, pues este periódico, bien sabemos, ejerce enorme influencia en el ámbito financiero internacional y es de lectura y cuasi acatamiento obligado en Wall Street. Lo digo porque el Financial, al editorializar sobre la movida de los indignados neoyorquinos a cuenta de las manifestaciones de protesta del otro día en un montón de ciudades del mundo, mostró su extrañeza por la tardanza de los ciudadanos en echarse a la calle y formarla. Hizo, además, hincapié en los problemas de distribución de la riqueza y el considerable (y peligroso) aumento de las desigualdades sociales. El pequeño número de millonarios que han pedido pagar más impuestos no pecan de altruismo sino que ven la que puede venir.
No creo que merezca la pena ocuparse de las opiniones de Aznar. Tentado estaba de hacerles el chistecito de que España es la mejor democracia del mundo porque cualquiera puede llegar a presidente. Pero preferí dejarlo porque cada día estoy más convencido de que la democracia en este país es lo mínimo que puede despacharse. No quiero cansarles poniendo ejemplos de todos conocidos para ilustrar el déficit democrático, que va a más. Solo quisiera que añadan a la lista que España es el único lugar en el que solicitar medidas contra los responsables de la actual crisis, clamar por la regulación y control del sistema financiero y solicitar reformas políticas y económicas que preserven el estado de bienestar que nos va quedando, es, a ojos de sujetos como Aznar cosa de izquierdistas radicales marginales y antisistema. Son gentes, Aznar y los suyos, de la derecha casposa que aún no se ha enterado de que ya no vivimos en un país aislado, que la información circula ampliamente (incluso de forma tan apabullante que ni tiempo tenemos de asimilarla); y que tecnologías como Internet permiten saber lo que ocurre, se dice y se piensa en otros países y contrastar la versión de unos y otros medios sin movernos de nuestros asientos.
En otras palabras: Aznar largó su cancaburrada como si todavía estuviéramos al margen de lo que pasa fuera y pudiera calificar a quienes no le gustan como le dé la gana, como si no hubiera otras referencias con que contrastar sus afirmaciones. Si hacen un poco de memoria quienes la tengan y la ejerciten, habrán reparado en que los “izquierdistas radicales, marginales y antisistema” de Aznar son, mutatis mutandi, los “eternos descontentos y disconformes” que Franco molía a palos, encarcelaba o les daba garrote vil. Algo hemos ganado de entonces acá, pero Aznar ha puesto de manifiesto que la cabra siempre tira al monte; porque lo añora, claro: creo útil no perder de vista el hilo ideológico que tantas cosas explica. Por si acaso.
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