Pero, ya ven, un amigo loquero me telefoneó enseguida, alarmado por si se me ocurría aflojarle, para que no hiciera caso porque mi salud mental se resentiría precisamente si callaba ante los insultos constantes de Soria a nuestras inteligencias; si te callas, entonces sí deberías venir a que te recete unas pastillas, advirtió. Le parece buena terapia preventiva para mí el desahogo de estos folios de vellón, que, además, piensa él, igual ayudan a otros a no perder la esperanza y quién sabe si no los declararán de utilidad para la salud pública. La soriasis ataca también a la cabeza, explicó. Y quienes necesitan tratamiento son los defensores del macho; los de buena fe, se entiende. Deben ir al médico, insistió en la sintomatología, si lo consideran un tipo presentable después de La Favorita; Isolux; el Eolo y el chalecito gratis; Telde; Mogán; la financiación del PP; el viaje del salmón; la papela en la que enredó al Parlamento; la Gran Marina; las rebeliones internas; el uso de los dineros de los dependientes; la denuncia por mentiroso; los despidos ilegales y su coste, etcétera. Recuerdan al loco que se reía de otro loco que decía ser Napoleón, pues resultaba imposible que lo fuera ya que, en realidad, Napoleón era él. Me pidió las señas de los comunicantes para ofrecerles ayuda pero no pude dárselas porque son opiniones anónimas. Por eso les digo aquí que tratándose a tiempo pueden curarse.Hablamos después de Aznar, que acaba de proclamar al macho como el líder más brillante de Canarias y AOE. Pude hacer el chiste fácil de que eso no se lo cree Aznar ni harto de vino conduciendo a 150 por los túneles de la M-30 entre cataratas; pero no lo hice. Sólo comenté que no hay que creerse cuanto se dice en los mitines electorales y me respondió malamente, picado, pues de los dos, era él quien estaba facultado para diferenciar entre una sonadera crónica y la transitoria del que se sube a cualquier tribuna a decir boberías.