La impresión es que López Aguilar no será presidente. Se entiende que lo intente obligado por las urnas, pero a nadie defraudará si no lo consigue porque quienes deseaban cambios están satisfechos con los del Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo grancanario. Una satisfacción que poco tiene que ver con militancias partidistas. La sienten quienes reflexionan en clave ciudadana y valoran la necesidad democrática de que exista siempre una alternativa. Así, hay quienes no simpatizan con el PSOE, pero ven necesario ahora que Saavedra y José M. Pérez pasen a gobernar el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo grancanario. Las personas, pues, por delante de las siglas ante el callejón sin salida en que metieron el ex macho y Luzardo a las dos corporaciones. Preferirían que fuera la derecha la alternativa y culpan al ex macho no sólo de arruinar esa posibilidad sino de bloquearla en adelante al no irse a casa en busca de una salida personal del bracillo de Paulino cuando acabe el paripé negociador con el PSC. En cuanto al Gobierno, se piensa que la imposible convivencia interinsular lo condena a estar de fijo lejos de la otra orilla. Las soflamas de unidad regional son mera retórica para villancicos. Otros, menos contundentes y más estrategas, prefieren que López Aguilar construya una auténtica alternativa política sin la atadura de gobernar condicionado por ATI-CC. O sea, que trabaje en la oposición y que nacionalistas y populares apuren solitos el cáliz; que es más bien bernegal. Se evitaría equívocos, crecería como referente político y llegaría en las mejores condiciones a las generales del año que viene frente a un extenuado Gobierno CC-PP. Quienes lo quieren de presidente, ya, son militantes del PSOE.¿Y la capitalidad regional?, pregunté y alguien me respondió que “¡a la Costa ni amarrao!” en socarrona alusión a la sonora negativa de cierto roncote a volver a aguas saharianas (“la Costa”, por antonomasia) tras una primera mala experiencia.