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La crisis de los perfiles

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El paro friccional es el tiempo que transcurre entre que se abandona un empleo y se consigue otro. Aunque depende de la tasa de crecimiento económico y del nivel formativo, de media, en un momento alcista del ciclo económico dura unos noventa días. Ahora bien, en medio de una caída abrupta de las cifras del PIB se ubica por encima de los doce meses. Pero ¿qué implicaciones ofrecen los plazos? Pues que se tenga cubierta la situación de desempleo a través de una prestación o no. Por otro lado, está el denominado desempleo estructural, que no es otra cosa que aquel exceso de mano de obra que no se logra insertar por insuficiencia objetiva de puestos de trabajo en el sector económico para el que fue preparado, ya sea por la desaparición de parte de la estructura económica o por una errónea planificación a la hora de cazar la oferta con la demanda de empleo. Luego está el paro estacional, el cual aparece y desaparece según la estación del año, como bien podría ser un proceso selectivo de cultivo en el ámbito agrícola o desde la perspectiva del consumo de servicios turísticas en función de la estación climática. Y, por último, está el desempleo disfrazado, que afecta a aquella persona que, aunque esté trabajando, se sabe que, en breve, formará parte de las listas de demandantes de empleo, ya sea por lo efímero de la duración de su contrato o porque está bajo el paraguas de un plan específico con fecha de caducidad. Y todo el desempleo tiene un coste. Y no solo desde la perspectiva de la cantidad de recursos públicos con el que se sufraga una situación de vulnerabilidad social, sino por la propia rotación de personas en la propia estructura económica y social.

Este aspecto concreto es especialmente gravoso porque cubrir una vacante puede llevar meses, lo que implica que ciertas tareas puedan quedarse sin hacer, y reemplazar a una sola persona puede costar entre la mitad y dos veces su sueldo anual. Y ahí es donde surge la crisis de los perfiles, de forma que se da la paradoja de altas tasas de paro y puestos de trabajo sin ocupar. Además, otra de las cosas que se pierde es la de la fidelización de las plantillas a las empresas, de forma que cuando se conserva, la productividad se consolida y los conocimientos y las aptitudes se impregnan en la cuenta de resultados lo que, con un buen sistema retributivo, origina un aumento de la motivación, uniendo la cualificación con la pasión.

Entonces, ¿el secreto está únicamente en el salario? No, para nada. Además del orden crematístico, el secreto está en una combinación de factores que, reconociendo que en una aventura inversora hay asimetría en el riesgo, se hace indispensable la conformación de unos objetivos realistas, un proceso de escucha activa en todas las direcciones, una mentalidad abierta al cambio, un entorno inclusivo que corrija cualquier tipo de discriminación, mejores condiciones que ofrezcan flexiseguridad usando el cumplimiento de los objetivos como incentivo final, donde la conciliación de la vida personal con la laboral forme parte de la estructura, una visión única y compartida de los valores así como un programa de orientación, formación y promoción profesional motivacional. A partir de ahí, el enriquecimiento proveniente de la mezcla hará crecer al entorno, usando la diferencia como valor experiencial porque, cuando todo es igual, el cuestionamiento se reduce y el borreguismo se incrementa. “Beeeeee”.

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