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Cuentos chinos

Juan García Luján / Juan García Luján

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Ayer murieron otros 19 manifestantes tibetanos en China. Sin embargo, la noticia internacional más destacada por casi todos los medios era el discurso en el parlamento de Israel de la canciller alemana Angela Merkel. Dijo Merkel que “el holocausto nos llena de vergüenza a todos los alemanes”. Los diputados judíos se pusieron en pie y aplaudieron a la presidenta germana. Me llama la atención la importancia que se da a un discurso en el que se habla del genocidio judío ocurrido hace más de medio siglo frente al escaso relieve mediático que tienen los genocidios que se están produciendo estos días: por ejemplo la actuación terrorista de Israel contra los palestinos o la del gobierno chino contra los tibetanos.

El caso de China es muy llamativo porque se trata de un país con un sistema de partido único, el Partido Comunista de China. Si nos fijamos en el tratamiento que se da a la información internacional, parece que cuando Fidel Castro o Hugo Chávez dicen en un discurso “socialismo o muerte” provocan más muertes que cuando la policía china mata a cien tibetanos que se manifiestan pacíficamente. Como siempre, la gravedad de los temas tiene una explicación económica y política. Las denominadas democracias occidentales están pidiendo constantemente a países como Cuba y Venezuela que respeten los derechos humanos. Sin embargo la violación de los derechos humanos en China no está entre las prioridades de Europa o Estados Unidos. La causa es muy sencilla: en el gigante asiático viven 1300 millones de consumidores de productos europeos que además representan la más numerosa fuerza laboral de mano de obra barata con la que cuentan las principales empresas multinacionales europeas y norteamericanas.

Desde la proclamación de la República Popular China hace 59 años el gobierno de Pekín ha sabido ocupar y mantener una posición clave en el tablero internacional. Los gobiernos chinos han combinado un sistema de capitalismo de Estado disfrazado de comunismo nacionalista con unas alianzas diplomáticas llenas de contradicciones: han sido aliados al mismo tiempo de la Cuba de Castro y del Chile de Pinochet. Desde su posición como miembro permanente del antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU los chinos han podido utilizar el veto con el mismo arte que Estados Unidos: los convenios internacionales sobre Derechos Humanos no tienen por qué aplicarse en Palestina o en el Tibet. Así funciona este sistema: cuando los mandamases internacionales nos dicen que lo que más les preocupa es la defensa de la democracia en el mundo en realidad nos están contando cuentos chinos.

Juan García Luján

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