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Cuestión de perras
La última factura “desenterrada” por Cardona es la de una interiorista que reclama el pago de 5.600 euros por el boceto de un despacho que Saavedra rechazó porque el presupuesto de realización era de 100.000 euros. Al ex alcalde, hoy concejal de la oposición y posible futuro Diputado del Común, le molestó el asunto lo suficiente para recordar que él no perdió ni un minuto “en revisar las facturas de mis antecesores”.
Saavedra, pues, cuasi se enorgullece de su primer y decisivo error como alcalde. Se puso en plan caballero, no miró bajo las alfombras ni levantó las moquetas y pasó cuatro años dándose de traspiés en las jorobas tapadas. Impidió, en definitiva, que el electorado advirtiera que su mandato fue un rosario de pagos de cosas mal hechas por Soria/Luzardo, con el víacrucis adicional de sentencias judiciales contra desaguisados del dúo pepero por importes tan millonarios que dejaron al Ayuntamiento hasta sin respiración asistida. Y como la caballerosidad no puntúa en política, el PP estimulado por el calorcito estimulante de la impunidad, sacó pecho y le correspondió con un perverso y muy ingrato boca a boca marca de la casa para desacreditarlo. La desmemoria ciudadana y los errores del propio Saavedra, que pasaron de anécdota a categoría, hicieron el resto.
La ignorancia de lo que había y ocurría hizo alcalde a Cardona sin que se conozcan sus méritos ni se recordaran sus deméritos como concejal soriásico, que haberlos los hubo. No creo, la verdad, que Cardona dé la talla del alcalde que necesitamos y pueden creerme si les digo que me gustaría equivocarme porque me importa la ciudad y tengo la impresión de que le viene ancha.
Cambio de tercio. Poco puedo decirles del recorte del 65% de los presupuestos autonómicos de Cultura. No frecuento los círculos en los que despachan las subvenciones (las justificadas, las cientelares y las amicales) y sigo sin saber, exactamente, por ejemplo, qué es el Septenio. Acabo de enterarme de que en Madrid hay un centro del Gobierno para promocionar el quehacer isleño del que nunca he oído hablar; ni en Gran Canaria ni en mis idas a Madrid por lo que no sabría decirles de la calidad de los enyesques al final de los actos, lo que, ya saben, suele ser atractivo principal. La voz de alarma por el recorte la han dado en Santa Cruz de Tenerife, donde saben algo más; seguro.
Como nunca te acuestas sin saber algo nuevo, a cuenta del recorte he entrado en conocimiento de que hay en Canarias toda una “industria de la cultura”. Y uno con estos pelos. Apenas he sacado en claro que peligra el Festival de Música y un centenar de los que han dado en llamar “eventos”; industriales, a lo que se ve. Menos mal, miren por donde, que la creatividad individual o de colectivos todavía enfermos de entusiasmo a pesar del siroco que no para, se verá menos afectada gracias a que la “industria” le presta menos atención con lo que no pierden demasiado.
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