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Cuestión de salud

Esperanza Pamplona / Esperanza Pamplona

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Los pueblos de media España siguen agarrados a la costumbre de celebrar sus fiestas con toros y vaquillas, bestias ante las que adolescentes, jóvenes y adultos se juegan la vida y la integridad física. Esta semana hemos asistido a una auténtica carnicería en los sanfermines. Pero aquí nadie dice nada. Como es costumbre... Manda narices, antaño también era costumbre, y festiva, las ejecuciones públicas pero las hemos ido eliminando. De qué sirve tanto cuidado al conducir o al comer, si luego aplaudimos las carnicerías que se celebran en torno al mundo del toro. Desde los encierros a las corridas, asistimos a un atavismo peligroso, sangriento y sin sentido. Para muestra, un botón. En estos sanfermines, dos hermanos norteamericanos, uno de ellos recién recuperado de un cáncer, acudieron porque habían decidido que si el enfermo superaba el cáncer correrían los sanfermines en señal de agradecimiento. Bien, los dos fueron corneados. La lógica que lleva de “si superas un cáncer” a “que nos vapulee un toro para celebrarlo” se me escapa, pero está claro que no es insólita.Cierto que hay deportes con riesgo a los que asistimos como un espectáculo atractivo, desde la fórmula uno a la aviación acrobática, pero su riesgo cuando se convierte en cierto es una excepción. En sanfermines los heridos por asta de toro son la norma, de hecho, de siete encierros, tan solo en uno no ha habido corneados. Pero es fiesta, se retransmite en directo, se inserta publicidad entre Estafeta y Telefónica, y al día siguiente nos regodeamos en las imágenes de las cornadas. Confíemos en que los corredores coman sus cinco piezas de fruta al día y que no conduzcan después de haber bebido. Ante todo, la salud.

Esperanza Pamplona

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