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Cultura regional: gesta inenarrable sobre una torre de babel por Javier Cabrera

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Aunque una disección del tema se hace engorrosa, por lo babélica, sí se dilucida, a vuela pluma, que la administración y las formas que estructura, ahora y de siempre, este Gobierno de corte 'nacionalista' es, cuando menos, un galimatías laberíntico instalado con cachaza sistemática y que ha permitido extender cierta Red-de-canariedad-cultural aderezada de oscura sonoridad caciquil o, al cabo, de arbitrariedad personalista ?aun siendo una hidra de cabeza pensante? sin dejar pie ni asomo de tal a la necesaria crítica. Hemos asistido, herencia renuente de mandatos sucesivos, a cómo unas parcelas de la cultura han sido elevadas a calidad de necesidad expresiva del régimen, en tanto que otras, disfrazadas bajo falsa atribución, han caído en la inanición o, cuando no, en la inexistencia.

El arte es, sin menoscabo, la parcela mejor cuidada de este gobierno nacional-isleteñero. Con dotaciones estipuladas al punto y estructurado a medida, con cierre de candado a resoluciones igualitarias cuando menos, y con una actitud rampante del libre manejo de acción, selección y disposición de formas de gestionar que va camino, si no llegó ya a término, de convertirse en una finca de orden privativo. Aquí, desde luego, nunca se consideró esa galantería de la 'práctica de buenas maneras institucionales'. La organización y disposición de su reparto, la distribución y disfrute de sus ventajas se depositan cada vez en menos manos. Con atribución del gasto institucional a antojo, con adjudicación de beneficios de participación en reiteradas cabezas y con una focalización dirigida con claridad hacia el rendimiento de bastantes pocos. Un comportamiento rancio que, en fin, denota la poca concesión democrática y cayendo en una opacidad de la gestión que habrá de ser llamada al orden si no queremos vernos secuestrados a hechos consumados.

Yo Septenio, tú septenias conmigo, él?

Tal ha sido la deriva de esta programática que se han permitido instalar en la conducta de la cultura insular una sistematización de orden dirigista dada en llamar Septenio. ¿Que qué es?, sencillo: durante siete años la Consejería del ramo del Gobierno canario se permite dirigir y obligar a agentes culturales y creadores a pensar en su línea ya preestablecida. Cada año se establece un tema específico, a criterio de los que reparten y administran; si se quiere entrar en este dudoso juego democrático tendrán que avenirse, si no, de antemano quedan excluidos: unidireccionalidad de ideas impuestas al creador. Lo que ha dado lugar a repartos desequilibrados y desiguales, favoreciendo sólo a unos pocos y reiteradas veces, con adjudicaciones millonarias en unos casos, y puras migajas en otros. Ya, a estas alturas hay quien sospecha, hasta yo, de que los proyectos estrellas están apalabrados de antemano ?claro, habrá que ver cómo se demuestra?.

Sumado a este detallazo sin par se delatan las maneras en las salas de exposiciones oficiales, institucionales, con estructura y personal asignado y gastos del tipo necesario, en las que se pondera sobremanera, una insistencia en destacar una línea de acción minoritaria y exclusivista, performances de por demás, video-creación en exceso e instalaciones a toda plana; sí, cómo no, algo de pintura o escultura de vez en cuando, pero sólo si es muy moderna o queda cercana a los modos de quienes cotejan, desde la administración, las salas institucionales, vaya, de todos. Con repetida ventaja para sólo unos pocos y escaso beneficio para muchos. ¿Rentabilidad ciudadana y patrimonial? La que, asimismo, les queda cercana a los ya enquistados y avenidos.

En el otro extremo queda la literatura, y más que ella la edición. La Consejería del ramo, que se tomó libre atribución de hacer desaparecer los premios adjudicados a tal fin, de todo orden, se atribuye, asimismo, deshacerse de la obligación de una estructura editorial en la que se pondere, al menos, la herencia literaria de las Islas, y pasa a crear una parcela interna denominada Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, a la que los autores deberán avenirse si quieren ampararse al orden institucional. A saber: una consabida comisión técnica, supuestos especialistas, 'álguienes' de rigor, deciden qué libros se avalan y cuáles no, o sea: este sí, este no, este ¡bah!, este tampoco: tal que la lotería. No se plantea rigor ni línea editorial, estructura de conjunto y razón de ser de la edición. Ahora se entiende por qué les fue tan fácil borrarlo de su estructura cultural. Si bien no acaba ahí, porque apreciadas las desventajas de la edición respecto de la parcela artística, lo que causa sorpresa es que para la edición de arte sí predomina el sistema: colección asentada ya histórica, con aquellos devaneos u olvidos, debilidades o desenfoques que ya son endemismo en la manera insular de dotar cultura. Y con colección nueva, eso sí, bajo misma vigilancia para ratificar el continuismo antes que la continuidad. O, por caso, mientras los jóvenes artistas disponen de lo dado en llamar 'nichos de creación', a los jóvenes escritores, más, a los jóvenes músicos, más, a los jóvenes actores, más, a los jóvenes bailarines, ni planteárselo: en fin, un enrarecido reparto de la cosa pública. Siguen sin existir una Editorial Institucional, con aportación ciudadana, como las hay en otras Comunidades ni, desde luego, un Instituto Canario de Cultura, que pondere la difusión de autores canarios en el exterior. ¿Es sólo pura desidia general, o 'álguienes' han procurado tanto desequilibrio, con tanto esmero y tanto poder unipersonal? Habrá que ponerse a la tarea.

Claro que otros están peor aun, mucho peor. El teatro, la danza, la música fuera de la institucionalizada, dan palos de desalojo cada dos por tres. Se poseen sí, y es hasta curioso, diversas dotaciones para la representación ?ejemplo último: la recuperación del teatro Guiniguada con costosísimo gasto público?, pero nunca, en ningún caso, se ha planteado la administración, que al igual que se dota de una Orquesta, por qué no lo hace de una Compañía Estable de Teatro y Danza, o por qué son más lastimosos cada vez esos circuitos insulares de teatro, danza y música, que abundan en la precariedad y nunca toman forma estable. O por qué, con esas dotaciones, casi nunca se establecen convenios de uso con otros ?ya sean instituciones locales o asociaciones.

O cambia todo o todo se va al garete

El poeta y antropólogo Ángel Sánchez bautizó en su día, y con antelación secular, 'balcanización de la cultura canaria' a ese modo de conducirnos por el cual el aluvión de miradas disímiles, de desajustes apilados de tiempo, de continuo mantenimiento de gestión divergente, no hacen otra cosa de distorsionar y nunca cohesionar una imagen de territorio común, por mucho cacareado slogan tipo 'una-tierra-única', 'sitio-de-todos', o tonterías publicitarias de ese orden que sólo abundan en la nadería, y que al cabo darán en el precipicio con todos comúnmente balcanizados ?(léase, encabronados).

Esta situación de zozobra y desajuste, de escasa visión de conjunto, sólo favorece la discordia y la animadversión de agentes culturales, de creadores y de críticos ajenos a los modos que se delatan con trayectoria de años, a cómo no se trabaja ni se estimulan propósitos para subsanar deficiencias, definitivamente. Para que los repartos obedezcan a políticas igualitarias y favorecedoras del desarrollo de una cultura generalizada y diversa, porque si no es de esta manera estaremos abocados a consecuencias como la antedicha en su día ya preconizada, u otras sumadas, que igualmente vislumbraron algunos de nuestros pensadores.

Como aquel otro concepto que el escritor y filólogo Antonio Perdomo denominó, ha tiempo, 'sanborondonización de la cultura canaria', que no viene a ser otra cosa que la compostura razonada de que tal como estamos fabricando el futuro en estas islas, con una fantasiosidad arbitraria, una frivolidad diletante y un falsario entusiasmo, en tiempo no muy lejano, las futuras generaciones de ciudadanos acatarán que sólo han vivido el espejismo de lo que les representaban publicitariamente, con flotación y hundimiento sucesivos, y sólo se atendrán a la incredulidad, en tanto en cuanto la realidad no obedezca a otros parámetros que el manejo caciquil disfrazado de nacionalismo, la implantación colonialista del dirigismo individual a costa de la colectividad y la fijación ilusa, por su cortedad de miras, de seguir creídos de, o aún peor, haciendo creer, que estamos construyendo isla, región, o por qué no, nación, cuando lo que colmamos, a piñón fijo sin solución de continuidad, es una SanBorondón global y generalizada en contra, desde luego, de los menos favorecidos.

*Javier Cabrera (Gran Canaria, 1953). Poeta, antólogo y editor. Ha publicado diez poemarios, el último: Huracán la Luz (Cuba, 2006); como antólogo su última edición es: Elegías últimas a Miguel Hernández. Poesía desde Canarias (Canarias, 2010); y como editor coordina la colección de poesía internacional 'puentepalabras' (editorial Puentepalo, LPGC). Ha obtenido varios premios y menciones en poesía y edición, y su obra ha sido incluida en antologías y selecciones de distintos ámbitos y nacionalidades, las últimas: Este es mi brazo. Poesía latinoamericana actual (Montevideo, 2009) o Madrid en los poetas canarios (Canarias, 2010). Colabora en revistas literarias y culturales, nacionales y extranjeras, así como en suplementos culturales de la prensa regional. Ha participado en numerosos congresos, festivales y encuentros de escritores a nivel nacional e internacional, los últimos: XXIX Festival de la Cultura del Caribe. Santiago de Cuba, 2009; II Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2009; 'Argonautas': IV Encuentro Nacional de Poetas en Toledo, España, 2009; IV Encuentro Literario Internacional de Las 3 Orillas, La Laguna (Tenerife), España, 2010.

Javier Cabrera*

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