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En defensa del pufo y la impunidad
Por fortuna, nunca mejor dicho (con segundas, claro), Soria es, les dije, un baluarte en defensa del derecho a la impunidad. Ha conseguido deshacer la mayoría de las maniobras contrarias y es de esperar, perdidos estaríamos si no, que eluda también las que quedan por resolver. Desde La Favorita al Canódromo y hasta este mismo caso de la Biblioteca, hay una larga ristra de acechanzas que ha afrontado con esa firmeza que los perversos, confundidos y cegados de prejuicios, atribuyen a favores judiciales por ser vos quien sois, a su capacidad de intimidación y acojone, financiada con dineros públicos y a la prescripción de delitos imputados de acuerdo con el axioma de que el tiempo lo cura todo.
Quiero decir que esto de la Biblioteca estatal es una maniobra más y hace mal el Ayuntamiento de Las Palmas al quejarse de que el hoy raso presidente pepero y la ex alcaldesa Luzardo, llamada “presa de Soria” por el ingenio maledicente, le dejaran pufos por más de 100 millones de euros. De nuevo la mezquindad isleña, incapaz de asumir que los grandes hombres, como Soria, tienen un coste.
Por suerte, en la actual mayoría municipal hay un tipo sensato: el concejal Néstor Hernández. De entrada me alarmó el titular en que, tras calificar de “desaguisado del PP” el asunto de la Biblioteca, añadiera Hernández que la sentencia “no puede tener un doble coste”. Después me tranquilizó leer en el texto la aclaración de que se refería a que la ciudad podía quedarse sin la Biblioteca (coste 1), además de pagar su demolición (coste 2) si no puede convencerse al Supremo de la imposibilidad de ejecutar la sentencia y abonar indemnizaciones a los perjudicados. Gracias a Dios, el sectarismo radical no lo tentó con la idea de exigirle responsabilidades a Soria, como quisieran algunos exaltados que han llegado a pedir que se actúe sobre los patrimonios de los políticos. Inaudito. Hasta dónde vamos a llegar.
El Ayuntamiento, queridísimos míos, está para pagar cuanto hagan los grandes hombres. Lo admiten los votantes del PP y lo avalan las encuestas. Esto es así hasta el extremo de que pueden estar seguros de que si el alcalde Saavedra hubiera explicado que las subidas de impuestos eran para cubrir parte de los pufos, no se le hubiera encrespado la ciudadanía como lo hizo. Todo el mundo quiere saber adonde va su dinero y los ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria son lo bastante maduros para entender que el lujazo de tener a Soria de gobernante hay que pagarlo.
Sólo me resta añadir que no empleo el término “pufo” en sentido peyorativo, válgame Dios, sino como reivindicación de un concreto estilo de gobernar sólo al alcance de los elegidos y que han de soportar, bonito fuera, los electores. Y advertir que también está en peligro el mencionado derecho a la impunidad; del que se olvidó, por cierto, el cardenal Rouco Varela en su última alocución para la reconquista de España por el nacionalcatolicismo al que tanto debemos.
Estamos rodeados.
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