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'El Día' y los silencios del Gobierno

Román Rodríguez / Roman Rodríguez

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Eso sí, he sido rotundo en diversas ocasiones en la responsabilidad de los medios de comunicación de titularidad pública y en la necesidad de que estos no respondan a los intereses del Gobierno de turno ?como, desgraciadamente, viene ocurriendo con la televisión canaria- , sino a los de la sociedad, actuando como un auténtico servicio público.

Pero en esta ocasión me veo obligado a hablar sobre un periódico, por la constante gravedad de los contenidos de su línea editorial y el paralelo silencio cómplice de los gobernantes del Archipiélago. Porque El Día hace tiempo que ha sobrepasado todos los límites sin que nadie se haya atrevido a poner coto a sus excesos e insultos, a veces con ribetes racistas, que en numerosas ocasiones destilan sus páginas.

No es un diario cualquiera, no es un folletín de minorías, sino un medio de gran difusión en las islas occidentales, que siempre ha mantenido una estrecha relación con ATI-CC, con el insularismo radical que concibe a Canarias como seis islas sometidas por una. Y que, junto a su reciente deriva soberanista, a su exigencia de descolonización de Canarias antes del año 2010, mantiene como seña de identidad una permanente hostilidad hacia Gran Canaria y los grancanarios, envenenando la convivencia y contribuyendo a fomentar el pleito insular.

No sólo intentan cambiar el nombre de la isla, a la que no se atreven a llamar Gran Canaria, sino Canaria a secas, exigiendo que así figure en el nuevo Estatuto “con capital única en Santa Cruz de Tenerife”, coincidiendo plenamente con los postulados de la constitución de Antonio Cubillo. No sólo consideran a la isla redonda la “Gran Mentira”, “isla maldita”, “la tercera en extensión e importancia” o la “más fea y desangelada”. No sólo insisten, editorial tras editorial, que “a los canariones ni agua; con los canariones ni a misa”.

Además, subiendo un poco el tono de sus insultos, en los últimos meses cuando se refieren a Gran Canaria lo hacen calificándola como “la vergüenza del Archipiélago”. Un disparatado proceso que ha tenido su culmen en el ignominioso tratamiento del accidente aéreo de Barajas, un suceso que ha llenado de dolor a Canarias, y especialmente a Gran Canaria, en la que residían la mayoría de sus víctimas, y que para el periódico fue casi un intento propagandístico. Ni siquiera en momentos tan duros bajó El Día el pistón de su irracional odio.

Halagos

Frente a los dislates de El Día cabría esperar, por responsabilidad política, por respeto a la dignidad, por rechazo al radicalismo insularista y defensa consecuente de la unidad de esta tierra y de su gente, por amor a las Islas, la respuesta contundente del Gobierno de Canarias y, especialmente, de su presidente y vicepresidente.

Lejos de ello, sólo vemos absoluto silencio de Rivero y Soria ante los desmanes de El Día. Tal vez por los continuos halagos que el editorialista hace del presidente Rivero, llamado, según señalan en sus editoriales, a liderar su futura república independiente con capital en las faldas del Teide. Un silencio, el de Rivero, que contrasta con su sectarismo con aquellos medios que se atreven a discrepar con el Ejecutivo, o con sus ataques a comienzos de legislatura a diversos medios de comunicación de Gran Canaria, acusándolos de alimentar los demonios del pleito insular. Dos varas de medir muy distintas las del titular del Ejecutivo.

Ante la gravedad de esa línea editorial anticanaria es preciso exigir a los poderes públicos, y sobre todo al Gobierno canario, firmeza ante los ataques a la unidad de Canarias y rechazo sin ambigüedades a los insultos permanentes a buena parte de sus ciudadanos y ciudadanas, repudio que sin duda comparten la inmensa mayoría de los tinerfeños. Firmeza y rechazo que no vimos, ni por asomo, en la reciente entrevista de la televisión canaria a Paulino Rivero.

*Presidente de Nueva Canarias

Roman Rodríguez*

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