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Cuando el correo electrónico se convierte en una molestia por Manuel Sosa

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En teoría, el correo electrónico es el método de comunicación ideal, obviamente cuando se dispone de este medio. Es rápido: en pocos segundos se puede enviar un correo al otro extremo del mundo. La información que contenga puede ser diversa y amplia: se puede enviar fotografías, texto, música y hasta vídeos, ya que la capacidad de envío sigue aumentando a una velocidad vertiginosa. Además, es posible enviarlo a varios destinatarios a la vez, lo cual es un valor añadido. Y por si fuera poco, es gratis. Solo debe pagarse el acceso a internet, que en muchos lugares ya es gratuito.

Pues, disponiendo de todas estas ventajas, el correo electrónico en muchas ocasiones se puede convertir en una verdadera molestia. Al menos para mí. No sé si le ocurre a todo el mundo por igual, pero sospecho que a una buena parte de los usuarios de internet, sí.

El correo electrónico se utiliza para muchas más cosas de las comentadas anteriormente. De entrada, por medio del mismo se envían virus, que no tiene otra finalidad que la de hacer daño. También se envían correos masivos, los denominados “spam”, que llegan a bloquear servidores o cuentas de correo en ocasiones por su tamaño. En ellos se ofertan cosas que uno no ha solicitado; con este “spam” a menudo llegan espías (troyanos, robots etc.), por lo que, si uno tiene la suerte de que los correos “spam” no te bloqueen el servidor y no entre ningún virus que destroce el disco duro, ya está en condiciones de recibir otro tipo de correo que son los famosos “phishing” o avisos de tu banco, que, como todo el mundo sabe, en realidad no lo son, sino complejas maniobras de estafa, que buscan los dígitos de tu cuenta corriente para darte un buen disgusto.

Cuando uno finalmente llega a leer el correo de verdad, el que verdaderamente te ha enviado a ti algún conocido, con mucha frecuencia recibes cadenas del estilo: “envía este correo a 5 amigos para que ganes dinero”, o bien “para que no te ocurra una desgracia”, o fotografías de presuntos delincuentes o terroristas, u ofertas de campañas de solidaridad o de bloqueo (el último que me llegó fue para tratar de bajar el precio de la gasolina, etc.; y ya pasamos al “último grupo” de correos: los chistes y bromas.

Diariamente recibo correos sobre los políticos (simpre ridiculizándolos), independientemente del partido que sean. Con frecuencia se les insulta y degrada. También llegan a diario presentaciones en Powerpoint, con música almibarada que me recuerdan lo importante que son los hijos, los padres, los amigos y los animales, o que me sugieren que trabaje menos y dedique más atención a la familia. No faltan las adivinanzas, los acertijos, algunos vedaderamente simpáticos (los menos), y muchos que terminan sugiriéndome que “porqué leo ese correo y no me pongo a trabajar” (yo me pregunto porqué no se aplicó el cuento el remitente cuando perdía ese tiempo elaborándolo). Y luego tenemos las fotografías, paisajes locales, sitios paradisíacos; y, finalmente, aquéllos con contenido erótico en unas ocasiones y claramente pornográfico en otros. Y todo sin uno haberlo pedido.

Lo cierto es que, cuando estoy 3 ó 4 días sin leer el correo, si he tenido suerte y el servidor no se ha bloqueado, puede haberse superado su capacidad y se ha llenado, por lo que el correo que verdaderamente puede interesarme o el que estaba esperando se queda fuera. Y si tengo suerte y me entra todo lo que me han enviado en esos días, cuando abro el correo electrónico me encuentro con 300 ó 400 mesajes, entre los que tengo que empezar a borrar toda la basura anteriormente descrita. Ni que decir tiene que eso me genera (y supongo que a casi todo el mundo) una sensación de cabreo e impotencia mientras vas borrando todo ese correo no deseado maldiciendo entre dientes y perdiendo una enorme cantidad de tiempo. Sin contar con que, y no es nada raro, en ese momento de “frenesí borrador”, termine eliminando el correo que verdaderamente espero o necesito, con lo que, me quedo definitivamente sin él o un tiempo después, el remitente utiliza otra vía para preguntarme si lo he recibido o porqué no le he contestado. Es decir, que hay que utilizar otra vía alternativa para tener acceso a la que es más sencilla, cómoda y rápida.

En una situación ideal, uno debería ir contento a abrir el correo, para recibir unos pocos mensajes, vedaderamente importantes o deseados: noticias de algún amigo, fotografías de aquel familiar que está tan lejos, de aquella celebración a la que no pudiste ir, o bien correspondencia profesional: artículos, proyectos,?.. y no tardar mucho tiempo en leerlos. Y podría responderlos en un período de tiempo igual de breve.

Lo que me ocurre, es que, por todo lo anteriormente descrito, cada vez tengo más aversión al correo electrónico. Cuando pienso que tengo que leerlo, me doy cuenta de que tengo que buscar un momento en el que disponga de tiempo, de MUCHO TIEMPO, para poder leerlos todos, especialmente si he estado algunos días sin acceder al mismo; que tendré que empezar a borrar uno por uno; que, cuando no conozca la dirección, tendré que abrirlos para ver de quien és. Y seguir borrando, mientras va aumentando la sensación de pérdida de tiempo. Precisamente, la tecnología del siglo XXI, la que nos debería facilitar la comunicación y hacerla más cómoda y rápida, se ha convertido en todo lo contrario. No es infrecuente que despues de estar 30-40 minutos leyendo el correo, lo cierre sin que me haya llegado nada importante y habiendo dedicado todo este tiempo a borrar basura. Y, por supuesto, que no se me ocurra abrir el correo si no tengo el antivirus actualizado, bajo riesgo de perder el disco duro y todo su contenido.

¿Valdrá de algo esta reflexión?. Ojalá, pero no lo creo. Aunque al menos en mi caso, trataré de limitar los correos que tenga que enviar a los estrictamente necesarios y por supuesto dejaré de enviar las bromas, chistes y similares a mis amigos. ¡Claro que reconozco que lo he hecho! Y, desde luego, no descarto que quizá algún día diga que no leo más el correo electrónico. Que prefiero hablar personalmente con familiares y amigos. Al menos ese tiempo, hablando y no leyendo estupideces, será un tiempo bien aprovechado.

Manuel Sosa

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