Pero al margen de esa manera de ver las cosas, que estimo racional y no excluyente de opiniones ajenas contrarias, no faltan otros escenarios posibles. Diría que el primero, ya aludido, el de la victoria psocialista, se corresponde a mi condición de ciudadano que procuro conservar tras mi reciente jubilación jubilosa.El segundo, para qué negarlo, me interesa más como columnista. El PP perdería el Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo grancanario y Soria se convertiría, pongamos, en vicepresidente del Gobierno con Paulino Rivero. Aunque el macho sólo se vea de presidente, debe conformarse pues no se puede tener todo en la vida. Este supuesto, daría un buen respiro a Gran Canaria y permitiría, de paso, entrar en el análisis del sistema electoral y de las deficiencias estatutarias que permiten, fíjate tú, subir en el escalafón a un sujeto que ha retrocedido en la isla por que la que se presenta. Hablaríamos de votos condicionados por las componendas políticas y demás. Nos alegraría las criadillas a los escribidores y a lo mejor resulta tan estimulante que frenaría el declive intelectual advertido en mí por algún lector afectado de soriasis. El tercer escenario contempla a Soria de presidente, con el lógico aumento de los escalones que lo eleven sobre el común; a Larry Álvarez de presidente del Cabildo y de alcaldesa a la Luzardo sin par; por suerte, porque si hubiera dos estaríamos listos. A imaginar este panorama me lleva una fuerte propensión a la acracia que siempre he contenido por su componente de morbosa complacencia en la autodestrucción y porque dicen que no es buena para el cutis. Aunque no hay mal que por bien no venga y podría ocurrir que, alertados a tiempo, los cayucos pasen de largo y se sustituya el efecto llamada por el de salir echando leches. Pueden navegar al Oeste hasta la altura de las Azores y coger allí el contraflujo que llevaba derecho a las costas ibéricas a los naucheros portugueses del XV en su voltas de retorno. Si no lo ha eliminado el cambio climático; al contraflujo, claro.Pueden tachar lo que no guste, que para eso estamos.