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España más laica de lo que se estimaba
España es Católica Apostólica y Romana, por imposición histórica, por temor a lo desconocido, fruto de la carencia de formación, a través de los siglos y por la persecución que de los libres pensadores, hizo la Inquisición.
No debe de extrañarse al Sumo Pontífice del frío recibimiento, ante un discurso inquisidor, que pone en tela de juicio el laicismo dominante, cuando los que pregonan la fe, dan bochornosos espectáculos de abusos y manifiesta pederastia, que durante siglos han silenciado, creando auténticos mártires silentes, muchos de los cuales, han puesto fin a sus vidas, truncadas por falsos profetas.
El que en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, sólo haya congregado a unas seis mil personas, no todos fieles, muchos por auténtica novelería, otros por unirse a un jolgorio más, en los ya tan consabidos “puentes”, pone de manifiesto que los españoles, en general, están ya, más fríos que calientes, en lo que a su condición de católicos, apostólicos y romanos, se refiere. Si a ello unimos la escasa afinidad que Benedicto XVI ha despertado en nuestro país, por su oscuro pasado en sus “querencias” nacional-socialistas, la intromisión de la iglesia española en asuntos de estado, intentando quebrar la soberana voluntad del pueblo. No es extraño que más que devoción y respeto, sientan por su persona indiferencia y desprecio. Bien es cierto, que tampoco entiendo ni comparto, las actitudes extremas de ciertos manifestantes, pues como se suele decir: “Para gustos se hicieron colores”, y aunque cada vez menos, debemos respetar los sentimientos y adoctrinamiento de una minoría de ciudadanos, que por errores de los que se dicen representantes de Dios en la Tierra, han puesto en el disparadero de la laicidad, mayoritariamente exigida a los poderes públicos, a una sociedad cada vez más libre pensadora, más comprometida socialmente y sobre todo, más formada en lo Social, Cultural y Político. Que el ejemplo de los españoles, les sirva para meditar y reflexionar, sobre comportamientos alejados de la doctrina que dicen impartir.
Otro tanto de la misma “medicina” está recibiendo en Cataluña, cuando estas líneas escribo, a pesar de “hablar en catalán en público” algo que no hizo su amado hijo y referente cristiano, aquel presidente que sí hablaba catalán, pero en la intimidad.
Aviso a navegantes: “Sr. Rajoy, cuando las barbas de su vecino, vea pelar, ponga las suyas a remojar”, empiece por abrir sus “puertas” de par en par, decirle a los españoles que al “Pan, pan y al vino, vino” que abran más agujeros a sus cintos, pues podrían caérseles los calzones. Quizás así, llegué Vd a la Moncloa, sin necesidad de hablar catalán.
Antonio Ortega Santana
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