Un REF sin pena ni gloria

La única ventaja de hacerse viejo es que uno tiene muchas cosas que recordar. Por ejemplo, la única ventaja de hacerse viejo es que uno tiene muchas cosas que recordar. Por ejemplo, hace veinte años, con la primera reforma del REF del 72, uno recuerda que esta región se sumergió en un debate de casi tres años en el que participaron con entusiasmo los partidos políticos, los empresarios, los sindicatos, las entidades financieras (las canarias y las nacionales), las universidades, los medios de comunicación y hasta la Iglesia.

En fin, que han pasado veinte años, y acaba de ser aprobada por Bruselas la reforma de los aspectos fiscales del REF, a plena satisfacción de los Gobiernos de España y de Canarias, sin que el resto del patio local se diera por aludido: la noticia no mereció cuatro columnas en portada en ninguno de los medios escritos de Canarias, no fue apertura ni en radios ni en televisiones y la he buscado en Internet: no está en youtube, y me la juego a que no hay un solo comentario ni en Twitter ni en Facebook. Veinte años después, y tras una campaña de divulgación del Gobierno regional sobre lo que el REF supone para los canarios (desde que uno se levanta, enciende la luz y se ducha, hasta que sube al coche y pone gasolina para ir al trabajo), los avatares del REF no le interesan absolutamente nadie.

Es sorprendente que así sea: después del Estatuto de Autonomía (que tampoco le interesa a nadie, y sobre cuya reforma no producida el Gobierno hizo hace apenas ocho añitos también otra estupenda campaña publicitaria, dicho sea de paso) el REF es sin duda la ley más importante del Archipiélago. No en balde integra la mayor parte de nuestras especificidades económicas y fiscales, recoge lo que podríamos llamar el fuero canario, y regula legalmente las razones y mecanismos del diferencial fiscal entre Canarias y el resto de España. No es que todo lo que dice el REF vaya a misa, cierto: por ejemplo, lo de la inversión media por habitante, los Gobiernos nacionales se lo llevan pasando desde siempre por el arco de triunfo, alegando que los presupuestos son leyes de rango superior. Pero el REF es la percha de la que cuelgan las ayudas de Estado, el hecho diferencial, la Zona Económica y la RIC. Aunque al final la mayoría del personal se quede sólo con la RIC, que es ese invento para que los empresarios canarios (como los de muchas otras regiones españolas) paguen menos impuestos. Y ese es quizá uno de los problemas del desafecto por una de nuestras leyes más importantes: que la gente la ve sólo como una ley que favorece a los empresarios.

Y ese es quizá uno de los problemas del desafecto por una de nuestras leyes más importantes: que la gente la ve como una cosa de los empresarios. A fin de cuentas, si la RIC es una forma de asentar el diferencial fiscal, lo cierto es que su efecto no es general. Afecta sólo a los empresarios y los autónomos, a los que deja en libertad de reinvertir en deuda pública o inmovilizado el dinero que dejan de pagar en tributos. Ahora se ha incorporado la posibilidad de que la mitad de ese dinero que no se paga pueda servir para crear empleos nuevos, si estos se mantienen (como antes se mantenía la inversión RIC) durante tres años. Está muy bien, es una medida interesante, pegada al momento. Pero no es suficiente. Hace años que algunos predicamos en el desierto insistiendo en que hay mejores formas de fijar el diferencial fiscal. Una, muy directa, incentivadora del ahorro familiar y del consumo, sería una reducción del IRPF para a todos los residentes en las islas. Es un sistema que ya se utiliza en Ceuta y Melilla, donde los residentes pagan un 50 por ciento menos de impuesto, como bien sabe cualquiera que haga la declaración de la renta. ¿No podría aplicarse algo similar en Canarias? El PP llegó a llevar hace años una reducción del IRPF en su programa electoral, del 25 por ciento. Nunca llegó siquiera a debatirse. Si algo así se colara en alguna futura negociación del REF, seguro que los ciudadanos de las islas lo defenderían con unas y dientes… Pero no parece que algo así interese a ningún gobierno: ni el de allí ni el de aquí. Puestos a bajar impuestos, los gobiernos siempre han creído que bajárselo a los ciudadanos es una mala costumbre. Hasta cuando prometen que van a hacerlo se arrepienten y los suben.