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Ética, familia y ciudadanía

Kiko García / Kiko García

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En el fondo, todo parece reducirse a algunos aspectos que dividieron las dos Españas de siempre, y que se relacionan fundamentalmente con el sexo, la religión y la muerte como si nuestra historia la hubiese escrito el mismísimo Freud. En esta tesitura parece que está la cosa, de modo que parece que volvemos para atrás ,¿No involucionamos socialmente al plantear dilemas éticos en una la sociedad que no tiene fronteras ni acotaciones morales tan definidas y encorsetadas como la de negra impregnada de incienso y pecado?

Los que sutil o abiertamente no condenan la homofobia, la xenofobia, la incomprensión hacia el sufrimiento del que quiere morir dignamente y no le dejan o la intolerancia hacia cualquier movimiento que refresque la memoria histórica, simplemente, como un acto de justicia y reconocimiento social a los que lucharon entre otras cosas, para que ahora puedan objetar los que negaron este derecho a los demás, los que no tuvieron agallas para criticar una asignatura que en tiempos no muy lejanos la llamaban Formación del Espíritu nacional y que junto con la formación religiosa fueron las puntas de lanza del adoctrinamiento fascista apoyado por , lo que se vino a llamar nacionalcatolicismo, y cuyas nefastas consecuencias psicológicas, culturales y políticas se sufren aún hoy , no son los más idóneos para abrir la boca.En cuanto a la ética, como se sabe es parte de la filosofía, es decir de la reflexión racional sobre la condición humana y lo que nos rodea, sobre relaciones y circunstancias que se dan en nuestro nicho ecológico?.sobre la convivencia y la felicidad .Sin olvidar la laberíntica cuestión planteada desde tiempos inmemoriales sobre “quienes somos, de donde venimos y a donde vamos”, y que viene a ser como la pescadilla metafísica que se muerde la cola .Así las cosas, me parece que en estos casos es mejor bajar a la tierra y plantear asuntos tan obvios como si los padres tienen derecho a educar como les dé la gana a sus hijos aunque sea socialmente negativo, o si el estado (no el gobierno) tiene legitimidad moral para imponer que principios éticos se deben impartir en los centros educativos.

No es más fácil y mejor para la tensión arterial que familia y escuela como agentes educativos que son unifiquen criterios sin sotanas por medio. Parece ser que no; difícil es quitar la patente educativa sobre la ética personal y la moral social a quienes creen tener la potestad de juzgar sobre lo que está bien o mal, sobre lo divino y lo humano; mezcla por cierto, bastante peligrosa. Por esta misma razón creo que cuando se trata de educar en democracia es mejor dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar. Y aquí paz y en cielo gloria.

Kiko García

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