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La franja de Gaza e Israel: vidas paralelas

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Bret Stephens es un periodista judío-americano que el pasado 20 de diciembre publicaba una columna en The New York Times en la que, bajo el título de “Por qué no puedo dejar de escribir sobre el 7 de octubre”, afirmaba que Estados Unidos era la tierra en la que los judíos no tenían que esconderse pero que esto estaba dejando de ser cierto, porque una ola de antisemitismo estaba recorriendo América, ya que si en Australia se manifestaban los estudiantes al grito de “Gaseen a los judíos”, en los campus de las universidades de Estados Unidos, coreaban aquello de “Del río al mar”, recordando los tiempos en que los árabes proponían expulsar al mar a todos los judíos que habitaban entre el rio Jordán y el Mediterráneo.

Decía también en fechas recientes el premio Nobel de Economía Paul Krugman que “el resurgimiento del antisemitismo en algunas universidades de Estados Unidos es realmente inquietante”, aunque la mayor amenaza para el sistema educativo procede de la presiones políticas y de la élites y fundaciones universitarias sobre el profesorado, para coaccionarles a que eviten enseñanzas a favor de la justicia social o el progreso, y pone como ejemplo las acciones legales y administrativas tomadas por el gobernador republicano y precandidato a presidente Ron DeSantis, que provocaron un manifiesto de  rechazo de la Asociación Americana de Profesores Universitarios.

Volviendo sobre el artículo de Bret Stephens, afirma que, según una encuesta de Harvard-Harris realizada este mes de diciembre, el 9% de los mayores de 65 años, están de acuerdo en que “los judíos son unos opresores” y condenan sus acciones. Pero, en cambio, esta cifra se eleva hasta el 67% entre los jóvenes estadounidenses entre los 18 a los 24 años. ¿Cómo es posible que solo uno de cada diez americanos mayores de 65 años se manifieste en contra de los judíos, y en cambio, casi siete de cada diez jóvenes americanos lo hagan? ¿Por qué las acciones del estado de Israel provocan tanto rechazo entre los jóvenes americanos?

Judíos, israelitas, hebreos y sionistas

Con frecuencia estos términos se confunden o malinterpretan, y conviene tener presente que:

  • Judíos son los que profesan una religión y comparten unos valores religiosos y culturales, lo mismo que podríamos decir de los cristianos o de los budistas.
  • Hebreos son los que proceden de pueblos semitas de la antigüedad que habitaban lo que hoy es Israel y Palestina, y que se utiliza también en referencia al lenguaje o idioma.
  • Israelitas son los ciudadanos del estado de Israel, que pueden ser agnósticos o de cualquier religión. 
  • Sionistas son los que pertenecen o profesan una ideología nacionalista excluyente. Si hablamos de sionismo, nos situamos al mismo nivel conceptual que si hablamos de nazismo, fascismo o comunismo.

Históricamente, el pueblo judío ha sido perseguido y expulsado de varios países en diversas épocas.  Desde la expulsión de los romanos en los siglos I y II DC; de Inglaterra, en 1290 por Eduardo I; de España, en 1492 por los Reyes Católicos; de Portugal por Manuel I, en 1497; de Francia en 1306, por Felipe IV, y de algunos otros países y en épocas diferentes, hasta llegar al holocausto en los años 30 y 40 del pasado siglo.

Sería interesante analizar por qué los judíos han sido expulsados tantas veces de tantos países, pero centrémonos ahora en el conflicto de Gaza, que es el motivo de este comentario.

¿Qué es la franja de Gaza?

Es una tira de terreno entre Israel, Egipto y el mar, con una superficie de 363 km2, algo más que la Isla de El Hierro, (270 km2), y un poco menos que La Gomera, (370 km2), en la que viven, o al menos vivían hasta el mes pasado, más de dos millones de habitantes. A pesar de disponer de una amplia costa de más de 40 kilómetros que da al mar Mediterráneo, a sus residentes les está prohibido pescar fuera de la orilla del mar, no pueden disponer libremente de un puerto ni de un aeropuerto, ni tienen autonomía para poder entrar o salir de la franja, y aunque por el sur tienen frontera con Egipto, esa frontera está controlada por Israel en virtud del tratado de paz bilateral firmado entre Israel y Egipto en 1979. Este hecho explica por qué impedían la entrada de combustible, alimentos o medicina a la franja de Gaza para atender a la población sometida a los bombardeos de Israel.

En esta pequeña franja de terreno poco más grande que nuestra Isla de El Hierro, viven hacinados más de dos millones de habitantes, (¡imagínense!), que en su mayoría son refugiados palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus casas y de sus tierras en Palestina, a raíz de los conflictos, las guerras y las incautaciones por parte de Israel. 

Y viven en un auténtico campo de concentración, porque no tienen autonomía, ni puerto ni aeropuerto. No pueden entrar ni salir libremente, y ni siquiera pescar alejados de la orilla. Su aeropuerto fue bombardeado y cerrado por Israel en 2001, y su pequeño puerto también está controlado por los israelitas. Toda la franja de Gaza es, pues, un auténtico campo de concentración, en el que su población vive hacinada y en unas condiciones muy precarias.

Esa situación es obviamente un caldo de cultivo para la violencia, porque no es difícil imaginar el odio y resentimiento contra los judíos que provoca esta situación, ya que les expulsaron de sus casas y de sus tierras, y a ellos les que atribuyen la causa de todos sus males.

¿Es Israel un estado terrorista?

En la primera mitad del siglo XX, entre 1917 y 1948, concretamente, cuando Palestina estaba bajo el mandato británico, los judíos trataban de presionar para conseguir la creación del estado de Israel en tierras de Palestina, y determinados grupos político-militares como Irgun, desarrollaron actividades terroristas.  La voladura del hotel Rey David en Jerusalén, en 1946, en la que murieron más de cien británicos y árabes, o el asesinato del conde Folke Benadotte, dirigente de la Cruz Roja sueca y enviado especial de la ONU en 1948, son algunos de los actos terroristas atribuidos a ese grupo, al que pertenecieron Menachen Begin y Yitzhak Shamir, que posteriormente llegaron a ser presidentes de Israel.

En 1948, cuando la ONU concedió a Israel el estatus de país independiente, cesaron los atentados terroristas. Pero para ellos, obviamente, no había existido terrorismo, sino una lucha legítima por conseguir la creación de la ansiada patria judía. Si hacemos una burda comparación, podríamos decir que Hamás está tratando de conseguir con sus actos terroristas la creación de una ansiada patria palestina, lo mismo que hicieron los judíos, aunque obviamente, de ninguna manera se puede justificar su bárbaro y sanguinario proceder.

Pero para que lo podamos comparar con algo más cercano, imaginen que la ONU decreta la creación de un país vasco independiente, y que luego eligen como presidente a Arnaldo Otegui. Salvando las distancias, algo así es lo que ha pasado en Israel.

¿Y quién es Hamás?

Hamás es un grupo político-militar islámico que lucha contra la ocupación de los judíos y por los derechos de los palestinos y que ganaron las elecciones celebradas en la franja de Gaza en 2006. Realizan sabotajes, atentados y asesinatos como parte de su estrategia, por lo que por muchos países son considerados como un grupo terrorista.

Hamas nació en 1979, cuando el gobierno israelí permitió que Hamás se registrara como organización benéfica y le otorgó permisos para operar en la Franja de Gaza. Posteriormente, también Hamas recibió fondos de Arabia Saudita y otros países árabes, y recibió el apoyo indirecto de Israel cuando era primer ministro de Israel, Isaac Shamir. 

¿Por qué Israel ha apoyado a Hamas desde sus inicios?

Por una razón estratégica: Israel quería dividir al movimiento palestino y debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces presidía Yasser Arafat. Era el viejo principio de “divide y vencerás”. El apoyo israelí a Hamás fue incondicional hasta la década de 1990, en que intensificaron sus acciones violentas. 

Avraham Burg, un judío que fue presidente del Parlamento israelí y de la Organización Sionista Mundial, lo dice muy claro: “El crimen de Natanyahu es que no quería llegar a un acuerdo con los palestinos dispuestos a vivir en paz junto a Israel como el presidente Mahmud Abás, sino que prefirió hacer tratos con el diablo de Hamas, para debilitar a la Autoridad Nacional Palestina. Netanyahu es un criminal en jefe, responsable de fomentar, financiar y apoyar a Hamas sobre la ANP”. (Entrevista en La Provincia, 17/12/2023).

Ha sucedido con Hamás algo parecido a lo que ocurrió con los talibanes: Los Estados Unidos les apoyaron y les armaron para que lucharan contra los rusos, y al final se volvieron en contra de ellos.

¿Qué ocurrió el 7 de octubre?

Nos han hecho creer que el salvaje ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 cogió desprevenidos a los más eficientes servicios de inteligencia del mundo. Muchos analistas lo ponen en duda, pero otros son más rotundos: lo niegan. Dicen que Netanyahu necesitaba un pretexto para iniciar una gran operación de aniquilamiento del movimiento propalestino de Hamas y la rocupación de Gaza, y el ataque de Hamás se lo sirvió en bandeja. Que quizá los servicios de inteligencia no estimaron la dimensión de la brutal actuación de Hamás, aunque fueron advertidos por la inteligencia egipcia una semana antes, pero que sí que sabían que estaban preparando algo, y que les dejaron actuar para luego machacarlos, porque esa era la obsesión de Netanyahu, además de la reforma de la justicia para adaptarla a su conveniencia. 

Algo parecido a lo ocurrido con el atentado del 11-S de la Torres Gemelas. Según se acreditó en la comisión de investigación del Congreso de los Estados Unidos creada al efecto, los servicios de inteligencia tenían localizados a los terroristas y sabían que tramaban algo. Pero no actuaron porque no calcularon la dimensión de la catástrofe que provocaron. Pensaron quizá que iban a realizar un pequeño atentando, para tener luego una excusa con la que justificar una reacción posterior contra algún país.

Eso de fabricar un pretexto para iniciar una guerra o acciones militares no es nada nuevo, por otra parte. Pensemos en la voladura del Maine en 1898 en la Habana para iniciar la guerra contra España; o cómo en 1964, un ataque prefabricado que nunca existió al buque de guerra Maddox en el golfo de Tonkín, sirvió de pretexto para que el presidente Lyndon B. Johnson ordenara una guerra total contra Vietnam del Norte.

¿Y cuáles han sido las consecuencias del 7 de octubre?

Una brutal y desproporcionada operación de genocidio y exterminio contra la población de la franja de Gaza, bombardeando ciudades, hospitales, carreteras, campos de refugiados, escuelas y todo lo que sea susceptible de acoger a algún militante de Hamás. Es decir, todo.

Les ordenan además evacuar poblaciones y dirigirse al sur, para luego bombardear las carreteras o los campos. Y como controlan todos los accesos a la franja, incluso los que están en la frontera con Egipto, impiden que entren la ayuda humanitaria, los alimentos o las medicinas que necesitan esa población superviviente de los bombardeos para poder sobrevivir. 

La dimensión del rechazo popular a este genocidio del pueblo palestino es solo comparable a la soberbia y desatino de los dirigentes de Israel, que insultan incluso al secretario general de la ONU diciendo que apoya a los terroristas por el solo hecho de proponer un alto el fuego humanitario.

Hace pocos días veíamos un video difundido por una ONG israelí en el que, desde un vehículo miliar, disparaban a un joven palestino en una calle, y caía herido. Luego el vehículo para, abren la puerta, y un militar se baja del vehículo y remata de varios disparos al palestino que yacía herido en el suelo. Escalofriante.

El rechazo a este abominable genocidio no solo se da ciudades de todos los países o en los campos universitarios, como poníamos de relieve al principio de este artículo, sino incluso entre los propios israelitas. Muchos intelectuales, militares, movimientos estudiantes y sociedad civil, se manifiestan en el propio Israel, contra la acción de genocidio promovida por Netanyahu contra la población de la franja de Gaza.  

¿Y quién apoya a Israel?

Si en casi todos los países se manifiestan los ciudadanos en contra de esta política de Israel, así como la ONU, el Papa, estudiantes, profesores universitarios, partidos políticos de diversos ámbitos, etcétera, ¿quién apoya esta política de Israel?

No cabe duda de que cierto sentimiento de culpabilidad de cuando el holocausto, hábilmente utilizado por Israel, propicia el apoyo de las generaciones mayores en Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, pero también es cierto, de que el parapeto que defiende a Israel de todas las tormentas es Estados Unidos. ¡Hasta 43 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU de condena a Israel, han sido rechazadas por el veto de Estados Unidos!  La última, hasta ahora, es la del 8 de diciembre, presentaba por Francia y que solo pedía el alto el fuego en Gaza. Pues bien, todos los estados votaron a favor, excepto Estados Unidos que votó en contra y la vetó. 

¿Y quién manda en Estados Unidos?

Teóricamente el presidente Joseph R. Biden, un abogado católico de ascendencia irlandesa.  Pero en la práctica, es el equipo del presidente el que lleva el día a día, gestiona y propone.  ¿Quiénes son?

  1. Antony Blinken. Es el secretario de Estado. Asesora personalmente al presidente, y es el responsable de toda la política exterior, desarrolla estrategias, interviene en organismo internaciones y configura y dirige el equipo de funcionarios. El 12 de octubre visitó Israel en representación del presidente Biden, tras iniciarse la ofensiva, y delante de Netanyahu dijo: “Vengo ante ustedes no solo como secretario de estado de Estados Unidos, sino que vengo también como judío”.
  2. Alejandro Mayorka. Secretario de Seguridad Nacional. Hijo de inmigrantes rumanos que sobrevivieron al holocausto. Judío.
  3. Yanet Hellen. Secretaria del Tesoro. Judía.
  4. Merrick Garland. Fiscal General de Estados Unidos. Descendente de inmigrantes rusos. Judío.  
  5. Avril Haines. Directora de Inteligencia Nacional. Judía.
  6. Wendy Sherman. Sub.secretario de estado. Ferviente creyente y muy vinculado al loby proisraelí. Judío.
  7. Anne Neuberger. Asesora adjunta de seguridad nacional. Ultraortodoxa. Judía. 
  8. David Cohen. Subdirector de la CIA. Judío.
  9. Ronald Klain. Ex.Jefe de gabinete de la Casa Blanca y Asesor del presidente. Judío.
  10. Jeff Zients, Jefe de gabinete de la Casa Blanca. Judío
  11. Doug Emhoff. Esposo de la vicepresidenta Kamala Harris. Judío.
  12. Charles E. Schumer. Líder de la mayoría en el senado de Estados Unidos. Judío.

Hay más funcionarios judíos en distintos niveles del gobierno de Joe Biden, pero con los judíos en los cargos más relevantes, hay suficientes para formar un minyan, que es el número mínimo exigido para determinados rituales y ceremonias judías.

Pero los centros de poder no solo están en el gobierno, sino también en las corporaciones empresariales y en el sector financiero. Así, por ejemplo, podríamos citar:

  1. James D. Taiclet. Presidente de Lookhed Martin. Es el mayor fabricante de armas del mundo. De sus factorías salen aviones de combate, misiles, helicópteros, sistemas espaciales y de comunicaciones. James D. Taiclet es judío.
  2. Pheba Novakovic. Presidenta y consejera delegada de General Dynamics, uno de los mayores fabricantes de armas del mundo. Fabrica vehículos militares terrestres, submarinos, barcos de guerra y diversos sistemas de armamento y seguridad cibernética. Pheba Novakovic es judía.

Y en cuanto al sector empresarial en general, la relación es amplia, e incluye las empresas más importantes del mundo: Son judíos, Larry Ellison, de Oracle; Mark Zuckerberg, de Facebook; Elon Musk, de Testa y Space X; Jeff Bezos, de Amazon, Stefen Schwarzman, de Blackstone. Pero esto no quiere decir que estos empresarios apoyen estas acciones de Israel, ni mucho menos, e incluso alguno se ha manifestado en contra. Simplemente he querido poner de relieve el poder del lobby judío en Estados Unidos, a pesar de que solo representan el dos por ciento de la población.

¿Quién va a perder esta guerra?

Probablemente la va a perder Israel. Por supuesto que tiene capacidad para exterminar los dos millones de habitantes que vivían en la franja de Gaza, y dejar a algunos palestinos encerrados en jaulas en su propia tierra de Palestina, mientras los colonos siguen aumentando su ocupación y su presencia. Capacidad militar para eso tienen, pero las guerras no se ganan solo con armas, porque como decía Unamuno, también hay que convencer. 

A corto plazo podrán consolidar una victoria militar, y acallar las voces críticas de los gobiernos de los países como Estados Unidos, Reno Unido y Alemania. Pero el pueblo judío, que es un pueblo laborioso, de probada capacidad e inteligencia y de perfil pacífico, está siendo arrastrado a un abismo por los sionistas de Netanyahu, que tienen el mismo patrón de comportamiento y los mismos pretextos que los nazis de Hitler. 

Desde que, en 1995, un terrorista judío asesinó a su propio presidente Isaac Rabin, que había firmado en Oslo los acuerdos de paz con los palestinos de Yasser Arafat tratando de hacer viable la coexistencia pacífica del pueblo judío con los palestinos, comenzó una deriva de intransigencia y radicalización del lobby sionista, que se inició precisamente en 1996, cuando Netanyahu ganó las elecciones. 

Pero de la misma forma que los horrores nazis están en la memoria colectiva y propiciaron ámbitos de convivencia y tolerancia y de rechazo a aquellas barbaridades, los genocidios de Gaza se instalarán en la memoria colectiva, y provocarán más odio, intolerancia y afán de venganza en el mundo musulmán, porque como dice el viejo proverbio, quien siembra vientos recoge tempestades. Y en general, como dice el mismo Bret Stephens, lo más probable es que esto empeore y provoque el mayor antisemitismo que se recuerda.

La imagen de simpatía y solidaridad con los judíos, víctimas de la barbaridad del holocausto, se transforma de pronto en la imagen de unos verdugos genocidas, porque nunca se podrá admitir que la respuesta a un asesinato, sea asesinar a toda la familia del delincuente, incluyendo niños de corta edad. Por eso, a largo plazo, como también dice Stephens, “demasiado a menudo en la historia judía, nuestro cenit resulta ser nuestro precipicio, y ese precipicio es también el fin de la sociedad libre”. 

Con los mejores deseos posibles de paz y felicidad en el nuevo año para los palestinos y los judíos y para todos los hombres de buena voluntad, como decía aquel que predicaba amor para toda la humanidad y lo crucificaron, que, por cierto, era judío.

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