Espacio de opinión de Canarias Ahora
El General sí tiene quien le escriba
Qué mala suerte la de su señora, no sólo se confundió (algo humano), si no que casi se estampa contra un inspector de policía. Ella lo llamó a usted para contarle la batalla, y usted mandó a uno de su confianza. Luego llegaron otros soldaditos para rescatarla. Y se armó la guerra en una trinchera. La batalla de las brujas la llaman. No por señalar, sino porque así se llama aquel lugar.
Esta carretera es de la guardia civil, dijeron los beneméritos. El código penal es para todos y todas, exclamó el inspector. Increíble, un agente civil desafiando a un cuerpo militar. Bueno, unos cuerpos, porque eran varios. Pero ya ve, vino la policía y se llevó a la señora. Y a comisaría dicen que fueron otros mandos del ejército de tierra. Unos mandos flojitos, dicho de paso, porque se quedaron fuera, apenas unos grititos al inspector de policía, pero nada más. Ni un cañonazo de aviso. Tenía que haber ido la Legión, la del Tercio don Juan de Austria, mi general, que tan buenos recuerdos nos trae a los isleños, sobre todo los de la isla a la que Primo de Rivera y sus ejércitos mandaron a Unamuno. Muera la inteligencia, dicen gritó Millán-Astray, y el rector de la universidad de Salamanca se rebeló. Nos venceréis, pero no nos convenceréis, replicó el filósofo vasco antes de que lo desterraran a Maxorata. Eran otros tiempos.
En este siglo XXI usted creía que la cosa no podía quedar ahí. La batalla de las brujas no podía ganarla un civil. Por eso usted decidió abrir un nuevo frente. Y recurrió a Eligio Hernández, un hombre que sabe tanto de leyes que llegó a Fiscal General del Estado de forma ilegal. Y Eligio buscó artículos para desterrar al inspector de policía. Desde otro frente, otro general se puso a escribir cartas a la Jefa de Policía y a la delegada del gobierno. Esto no puede quedar así, la mujer de un general hay que respetarla, aunque se equivoque de carril, aunque vaya en dirección contraria, aunque no se estampó contra dos coches de purito milagro, que diría Pancho Villa. Dicen que el tono de las cartas fue el propio de otro machote de armas tomar. Y dirigidas a dos señoras que ahora mandan a hombres armados. Dígale de mi parte a su querido amigo el general escribidor de cartas que hoy mandan ellas. Si él quiere hacer de gallo quíquere, que lo haga, pero una cosa es cacarear y otra poner huevos. La historia de España está sobrada de episodios sangrientos que siempre empezaron con un gallo uniformado y armado que quería poner huevos.
Lo peor de las guerras del siglo XXI es que no tenemos a todos los cronistas empotrados en nuestros tanques. Con lo bien que quedó la conquista de Canarias en la pluma de Abreu Galindo. Ahora las batallas, incluso las de las brujas, pueden llegar a cronistas civiles que las cuentan sin la obediencia debida. Y aquí estamos, general, contando la batalla de su señora esposa en el auto de lujo, pudo haber sido la batalla del Batán, simplemente si el desgraciado que iba en la dirección correcta no hubiera sido un inspector de policía. Todo hubiera quedado en una pantomima de multa de la guardia civil que se después se podía haber tirado a la papelera del despacho de su amigo el General escribidor de cartas, mientras su señora esposa continuaba su trayecto camino del Mercadona.
Pero no hubo suerte. Y aquí estamos contando en algunos periódicos como hay generales que no se han dado cuenta de que la placa que rendía homenaje al Alzamiento Nacional y su Caudillo la quitaron de la Capitanía Militar hace unos añitos. Costó quitarla y hubo que tirarle pintura varias veces. Pero la quitaron. Y desde entonces, ya ve, los miramos a ustedes de otra forma. Los tiempos han cambiado. Aunque algunos cronistas están dispuestos a disparar a los civiles para salvarlo a usted. Ya ve, mi general, Abreus Galindos siempre quedan.
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Juan GarcÃa Luján
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