Gobernar es lo de menos

Al llegar a Canarias, abonará de nuevo la GT-3, ahora por desembarque y volverá a alijar la comisión de Aduanas; además de la THC+BAF por no sé qué rollo de manipulación que se embolsa la Autoridad Portuaria para sus cosas.

De entrada no comprendo mucho la razón de que se paguen dos veces la comisión de Aduanas y la GT-3 como preludio del festival de las imposiciones autonómicas. Nada tengo contra el IGIC y el AIEM, bonito fuera; pero no entiendo que se cobren los dos no por el valor de la mercancía, sino por la suma de éste y el flete. Y que en el caso del AIEM, en concreto, lo carguen a productos no fabricados en Canarias; como sería el caso de los embutidos que cito expresamente porque a este capítulo pertenecen los chorizos afamados.

Es difícil, dada la heterogeneidad de productos, calcular la incidencia media de semejantes trasteos sobre el precio final al consumidor en la cesta de la compra. Pero hay comerciantes que apuntan a un 20% de encarecimiento en el tramo autonómico.

Como el Gobierno sigue a la espera de que le cojan el teléfono en La Moncloa, no tiene tiempo de ocuparse de estas minucias. Es cierto que poco puede hacer ante el incremento de precios en origen, pero sí podría actuar sobre ese 20%. Es decir, gestionar que no se paguen dos veces tarifas y comisiones de Aduanas, atar más corto la THC+BAF, cobrar los impuestos regionales sobre el valor de la mercancía sin añadirle el flete y vigilar que el AIEM no se cobre a productos que no se fabrican en Canarias. Por no hablar de repercutir de verdad las ayudas del REA al precio de venta al público. Algo nos aliviaría.

Cuidar de estas cosillas se le llama gobernar, no sé si saben. A lo mejor es mucho pedirle a los mandarines. Admito que es un esfuerzo muy superior al que están acostumbrados; pero alguien habrá de hacerlo porque la mayoría de nosotros no tiene los teléfonos de La Moncloa para ponerse a la espera; ni los de las administraciones canarias, que ni suenan, oye. Por culpa, claro, de Zapatero, dicho sea para sumarme patrióticamente al elogio de la desinformación institucional de general agrado, según comprobé ayer.