El hecho recurrente
¿Por qué nos complicamos la vida si, aparentemente, no es necesario? Es cierto que dentro de cada cual nos cargamos con una mochila llena de experiencias, recuerdos, aprendizajes que, a la larga nos condicionan, no pudiendo desarrollarnos con total libertad, encontrando obstáculos donde realmente hay inseguridades o intereses hasta que la completa seguridad nos haga ser inmóviles. El querer o, incluso, poder acometer determinados debates no solo es necesario sino imprescindible. Aquel paradigma del pensamiento único va quedando poco a poco desfasado porque es imposible situarse en la totalidad del espectro ideológico. Ahora bien, el matizar, el reorientar, el fortalecer unas convicciones enriqueciéndolas con otros puntos de vista es indispensable. Para ello, más allá de darle importancia a los hechos relevantes asumiendo que las dificultades no se solucionan porque pensemos más en ellas, más allá de culpabilizar al entorno de nuestros fracasos lo que provoca el estancamiento, más allá de relajarse mientras se aclaran las diferencias, más allá de no aceptar la responsabilidad de las acciones, admitamos que se puede hablar de todo. Y la ecotasa está dentro de ese todo.
De forma específica, este tipo de tasa tiene como objetivo proteger el patrimonio y promocionar el turismo. De este modo, los ingresos que genera se usan para proyectos que abarcan desde la rehabilitación de espacios turísticos hasta algunos de turismo sostenible. Puesto que se trata de un impuesto, este afecta directamente al consumidor, que asume el pago de este. Pues resulta que hablar de una tasa turística, que no deja de ser la identificación de un nuevo hecho imponible sobre el que se le establece la base tributaria con su correspondiente tipo y cuota, no suena mal siempre y cuando su recaudación sea finalista, de forma que se dirija a la mejora del entorno, tanto medioambiental como social, afectando de forma positiva a la calidad y la excelencia en la oferta. Tengamos en cuenta que es una actividad económica que necesita de una serie de servicios e infraestructuras, como gestión de residuos, consumo de agua, energías, antropización del medio natural y rural o el deterioro de la biodiversidad más allá del tema social y cultural, donde también tiene impacto.
Pero las medidas pueden que no sean buenas ni malas ni todo lo contrario, sino oportunas o inoportunas y, en estos momentos de crisis inflacionista, meter más presión a los precios no sé si sería una buena idea. Ahora bien, discutir sobre el tema es sano, y quién iba a estar en contra de mejorar el entorno en aras de la competitividad y la cohesión social, teniendo claro que en España hay dos comunidades autónomas que ya cobran la tasa turística y no ha pasado nada, como son Cataluña y Baleares. Además, parece ser que, a partir de 2024, la Comunidad Valenciana se sumará. También, el debate con respecto a este gravamen también se ha abierto en ciudades como San Sebastián (Donostia, no de La Gomera) o en otras de Andalucía. Y, ahora, por enésima vez en Canarias también donde, en 2021, se alcanzaron las 30.160.561 pernoctaciones.
En definitiva, sería conveniente ir cerrando capítulos y decidir colectivamente lo que más nos convenga para evitar tener ocurrencias que cada legislatura aparecen como si fueran de invención propia, recomendado la preparación de los argumentos a través de una búsqueda apropiada de fuentes, así como la estructuración de argumentos sin llegar a demagogias facilonas que le hagan perder solidez a la postura, valiendo esta recomendación tanto a la parte que está a favor, como a la que está en contra.
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