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La hiena bolchevique

José A. Alemán / José A. Alemán

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Pero no la encontré en ninguna parte aunque, no hay mal que por bien no venga, me enteré de que existen dos clases de hienas. Una es la rayada que, al decir de la superstición popular, puede cambiar de sexo, con lo que, imagino, se lo pasará pipa en las dos direcciones; como Dante o como tomante. Encima, la muy condenada imita la voz humana de modo tan persuasivo que atrae a las pastorcillas cualquiera sabe con qué intenciones. Establecí alguna relación de esta hiena y la bolchevique que dice Iturgáiz, pero prefiero callar y no herir la sensibilidad de los lectores. Me fui, pues, a por la hiena manchada y supe que es más grande y fuerte que la otra y tiene mayor propensión a descojonarse. De la bolchevique ni rastro.

Pegué entonces a buscar pistas entre los recortes del asunto Gürtel y no creo que sean hienas quienes desde el entorno del PP destaparon el asunto. Ocurre que en el 99% de los casos las denuncias parten de los mismos círculos de la derechona y sólo se les ocurre señalar bolcheviques con el dedo en lugar de repartir mejor. No creo que se les hayan infiltrado los que se fueron al paro tras la caída del bloque comunista.

En esas andaba yo cuando leí el artículo en que Carlos Sosa extrapola con buen tino a Soria la decisión del Supremo de proceder contra Francisco Camps a quien su amigo Juan Luis de la Rúa, presidente del Tribunal Superior valenciano, exculpó archivando la causa que se le inició. Sosa indicaba que este auto de la facción bochevique del Supremo deja a De la Rúa con los glúteos al aire en unos términos de aplicación al viaje salmonero soriano, que también fue archivado con argumentos parecidos .

Olvidó el articulista su condena por la denuncia de Soria contra él en el caso La Favorita. Si ayer les dije, a cuenta de Garzón, que la Justicia justa tiende a archivar las causas que se sostienen en la sola acusación privada, con La Favorita ocurrió que el juez (o la juez, no recuerdo) condenó a Carlos Sosa precisamente como quería la acusación privada de Soria, a pesar de que la Fiscalía no apreció delito alguno en el periodista y pidió su libre absolución. Ni siquiera se indagaron a fondo las evidencias en que sustentaba Carlos Sosa sus informaciones, números de cuenta en Suiza incluidos. Después de todo, pudiera pensarse, esta es tierra de turismo y en virtud de la regla de oro de la hospitalidad no iban a dejar irse de vacío a los abogados del carísimo despacho de Madrid que Soria contrató y pagó; de su bolsillo, espero.

En resumidas cuentas, se condenó a quien denunció la operación de encasquetarle al ayuntamiento el muerto de un edificio, La Favorita les dije, nada apto para alojar servicios, como advirtieron los técnicos municipales; un edificio por el que se pagó el triple del precio en que llevaba meses ofertándolo por ahí a comisión (legítima, vaya por delante) Jorge Rodríguez, hombre de confianza del entonces alcalde y hoy, madre, consejero de Hacienda.

Cuando lo de La Favorita, no estaba la opinión pública tan sensibilizada con esas cosas de la Justicia y por eso es bueno recordar que no hay nada nuevo bajo el sol para que no se chupe el dedo y disponga de precedentes. Por mi parte saqué en claro que las hienas no han evolucionado tanto como para alumbrar nuevas especies, como la bolchevique; o la togada, que no es manchada ni rayada.

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