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Por identidad

Coca de Armas Fariña / Coca de Armas Fariña

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UNICEF estima que son setenta millones las mujeres que han sido sometidas a esta práctica en África y últimamente la ablación ha aumentado en Europa, Canadá, Estados Unidos y Australia como consecuencia de la inmigración procedente de países africanos y asiáticos. Todavía resultan más escalofriantes los datos cuando se calcula que en Europa existen 180.000 mujeres en riesgo de ser mutiladas y en España más de 10.000.

Tres millones de niñas al año supone que nueve mil cada día, cinco cada minuto, pasan por esta terrible ceremonia de iniciación. Por lo general se practica entre los cuatro y los catorce años, pero en algunos países, como Malí y Eritrea, se realiza incluso a niñas menores de un año. Los daños, tanto físicos, como síquicos que conlleva, esterilidad, anemia, toda clase de infecciones, complicaciones en el parto, imposibilidad de disfrutar del sexo, entre otros, son irreparables pudiendo causar hasta la muerte. En Malí y Eritrea es una de las principales causas de mortalidad, por encima del cáncer.

Los motivos para cometer tal brutal violación de los derechos fundamentales son todos erróneos pero con un elemento común a todos ellos, la tradición y la identidad. Qué cantidad de barbaridades siguen perviviendo amparadas en estos conceptos. Además, el peso de la tradición y de la identidad de un grupo humano, la preservación de ancestrales costumbres porque constituyen su identidad, siempre recae sobre las mujeres y raramente sobre los hombres. Por ejemplo, entre los integristas musulmanes, por la identidad las mujeres tienen que dejar de ser personas, convertirse en “nada” con sus burkas, tapadas íntegramente a la vista de los demás, pero los hombres van con vaqueros o como les dé la realísima gana. Y en las culturas donde la ablación persiste por cuestión de tradición e identidad, conservando ellos todos sus atributos sexuales, ellas viven mutiladas por la identidad.

Qué forma más errónea de concebir la identidad. A veces, cuando esa palabra la escuchamos las mujeres, es para echarse a temblar.

Coca de Armas Fariña

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