Ignacio González, hijo, y su organización construida a base de talonario, padre, pidieron de forma reiterada la dimisión de José Manuel Soria por la escandalera del caso Faycán. Y ya lanzados a la piscina, hasta solicitaron la de José Luis Rodríguez Zapatero cuando ETA rompió la tregua la pasada Navidad con el criminal atentado en Barajas, yendo más lejos que los propios Acebes y Zaplana, que ya es ir lejos, colocándose en posicionamientos de la extrema derecha. Sin embargo, la bien documentada querella de la fiscal Farnés o la reciente sentencia del Supremo que anula la compraventa de las parcelas colindantes a la playa santacrucera de Las Teresitas, llevada a cabo por el ayuntamiento que preside Miguel Zerolo en septiembre de 2001 por un importe de 52,58 millones de euros (8.750 millones de pesetas), no han merecido comunicado de condena alguno de los presuntos centristas. Se les acabaría el papel, digo yo. De comportarse como en los otros casos, de reaccionar como lo hicieron en el lío de Telde, tendrían que exigir la dimisión no sólo de Zerolo, sino también la de Paulino Rivero.Pero no, eso sí que no, la playa es sólo mía, sólo mía, del pelotazo de Las Teresitas, nada de nada, como si no existiera. Ignacio González, hijo, de repente, ha quedado completamente enmudecido en su labor crítica. Aunque todo apunte, por lo que se ha ido conociendo del caso, a una posible maquinación para alterar el precio de las cosas, en beneficio entre otros, de Ignacio González, padre. Otra estupidez, seguro.Por el contrario, paradojas de la vida a quien ataca Ignacio González, hijo, es a los socialistas por utilizar la playa como “arma arrojadiza contra Coalición Canaria (CC) y contra el alcalde Miguel Zerolo”, sin nombrar que por allí pasaba un tal Ignacio González, padre.Dije hace unos meses que Ignacio González, hijo, había montado una operación similar a la operación Roca: dinero a espuertas y campaña casi a la americana. A lo que se le suman los fichajes de todos los despechados de los otros partidos y las encuestas a la carta que anunciaban hasta seis u ocho diputados. Últimamente desbarra más y ya habla de que su partido tiene encuestas internas que le dan la victoria en las elecciones; y tan internas, harían los sondeos en la propia sede.Y señalaba entonces, y reitero ahora, que el invento acabaría con los mismos resultados que la operación que dirigió Miquel Roca en los ochenta, una estallada de cuidado, con algunas decenas de concejales en toda Canarias que habrán salido a precio de oro; sin duda, los concejales más caros de la historia de estas Islas. Denominé a este montaje electoral Operación Arena, aclarando que lo hacía porque consideraba que el personaje no tenía la altura intelectual ni política como para denominarle al invento Operación González, hijo. Algo que quedó refrendado con sus patéticas y ridículas intervenciones en el debate del pasado miércoles, más propias de la barra de un bar que de un debate político. Y es que lo que natura non da, Salamanca (o los euros) non presta.Además lo de Operación Arena se justifica en la coincidencia en el carácter inorgánico de ambos, roca y arena, y, sobre todo, por la extrema volatilidad de esta última. Aclaraba, y aclaro, hijo, que no por otras confesables o inconfesables razones, padre. Una Operación Arena a la que Ignacio González, hijo, denomina Revolución Naranja, por el color del CCN. En Canarias, Revolución Calabaza. La misma calabaza que, con toda seguridad, obtendrán en el examen electoral del día 27. Enrique Bethencourt