De iguales, nada

Por ejemplo, yo soy bastante más alto que tú. Eso jode casi tanto como estar en un debate televisivo a cuatro, por dos narices de la Junta Electoral, y que te ninguneen y que, luego y a pesar de todo, los medios no digan ni una palabra de tus intervenciones. Para compensar, tú eres bastante más joven, vale. Pero, ni yo ni el 99,99% de las buenas gentes a las que pides el voto tenemos una pasta gansa que gastarnos alegremente en una campaña electoral de unas dimensiones nunca hasta ahora conocidas en un partido de carácter insular o regional. ¿Dónde, pues, la igualdad?... Tampoco te permitiría, si no fuese únicamente un eslogan, que hicieras reiteradamente pública tu suposición de que yo sería capaz, como lo eres tú, de prometer al personal logros políticos y sociales que no podría alcanzar desde los cargos a los que me presento ni en el hipotético y prácticamente imposible caso de que accediese a ellos democráticamente. Tampoco podemos considerarnos iguales en nuestras aspiraciones políticas, en el supuesto de que un servidor tuviera aspiraciones políticas. Tú suspiras por convertirte en una pinza y a mí, cuando me meto en algo, me gusta ser crustáceo total o nada de nada. Y en fin: que me repatea mucho eso de que pienses que a todo el mundo –porque todo el mundo es igual a ti, según tu propaganda- le parece una idea brillante, estupenda y un proyecto popular, culturalmente necesario, crear un salsódromo en Santa Cruz para que todos los domingos haya carnaval. O sea para que la gente esté no entretenida y sumida en la estupidez festiva durante una breve época del año, sino todos los fines de semana. Qué invento. O sea y en fin. Que no. Que cada cual es cada cual y que eso es lo bonito de la vida. Y hasta de la democracia, a ver si te enteras.

José H. Chela