La imposible unidad del PP

La lideresa del frente duro, Esperanza Aguirrre, ha saltado todas las talanqueras de un comportamiento democrático asimilable a un partido civilizado: desde la forma en la que llegó a presidir la Comunidad de Madrid, mediante el transfuguismo de diputados socialistas, a la manera cotidiana con que gestiona la institución que preside y las disputas absolutamente irresponsables en Caja Madrid, en mitad de esta cruel crisis económica en donde los bancos y las demás instituciones financieras debieran dar ejemplo de mesura y de comportamiento ejemplar, lo contrario de lo que ocurre en la institución de crédito madrileña.

El escándalo del espionaje político en Madrid, cuyo epicentro está instalado en organismos de la comunidad autónoma, ha roto cualquier vinculo existente de la lideresa Aguirre con la dirección del partido y el desenlace, ahora mismo, inevitablemente es la ruptura.

Todo esto ocurre en vísperas de proceso electorales importantes: elecciones en Galicia y en el País Vasco y para el Parlamento Europeo. Y ocurre, además, en medio de esta crisis económica en la que los ciudadanos, y sobre todo los militantes y votantes del PP, deben de estar atónitos ante el espectáculo que se está produciendo en el interior del partido.

Sería la ocasión para la gran catarsis que no se ha producido después de perder dos elecciones generales seguidas y el gran momento para formular un partido de centro, moderno, europeo, templado que pudiera llegar a formular un alternativa razonable para constituirse en Gobierno de España. Hoy por hoy ni Mariano Rajoy ni, por supuesto, Esperanza Aguirre dan el perfil de esa renovación.

(*) Carlos Carnicero es periodista, analista político y articulista de El Plural

Carlos Carnicero (*)