La impudicia de las hienas

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Al PP le puede pasar lo mismo que a la Unión Deportiva Las Palmas, que cambió de entrenador a mitad de temporada pero sigue perdiendo partidos como siempre. En el partido todos apuestan por Núñez Feijóo como si fuese García Pimienta y al final los aficionados y militantes habrían preferido que siguiera Pepe Mel y Pablo Casado por aquello de que más vale malo conocido que bueno por conocer. 

Los populares están viviendo una crisis profunda e intensa por culpa de Tomás Díaz Ayuso, que se llevó una buena comisión por una adjudicación realizada por la Comunidad Autónoma de Madrid, en donde su hermana Isabel Natividad es presidenta. La presidenta de la Comunidad.

Estábamos muy entretenidos con el culebrón de la calle Génova 13 (los supersticiosos se ganaron un tanto) que de repente la invasión de Ucrania por parte de Rusia eclipsó totalmente el galimatías que tiene montado el Partido Popular, que da más vergüenza ajena que compasión propia. El inicio de la guerra neutralizó también la esperada reunión que Pedro Sánchez iba a tener con todos los presidentes autonómicos en La Palma. 

Resulta que todos los barones del PP y todos sus cargos públicos rendían hasta hace pocos días pleitesía total y absoluta al presidente del partido y cuando a este se le ocurrió investigar una presunta corrupción por parte de la presidenta de la Comunidad todos aquellos que le habían aplaudido con las orejas desde que tomó posesión de su cargo de una manera un tanto tramposa (los perdedores Casado y Cospedal se unieron para ganar a Soraya Sáenz de Santamaría) se volvieron contra él con crueldad y sin ninguna conmiseración para crucificarlo en la plaza pública. El PP presumirá de ser un partido de raíces cristianas pero la caridad no está entre sus virtudes. 

Hasta el otro día los barones del PP ponían en un altar a Pablo Casado y le dedicaban elogios que sonrojarían a Winston Churchill. Desde que Casado tuvo la osadía de poner en entredicho a Ayuso el partido se partió primero en dos y luego en un millón de partículas desintegradas. 

La historia del batacazo del PP se resume en unas pocas palabras: el presidente investiga una supuesta corrupción de favoritismo a un pariente directo de Ayuso en la adjudicación a dedo de un contrato de mascarillas y todo el mundo en el partido señala al denunciante y no a la denunciada. Otra vez el dedo que señala la luna. 

El PP es un partido que huele mal desde hace mucho tiempo porque está inmerso en múltiples casos de corrupción repartidos en malolientes charcas en las que chapotean las ranas de Esperanza Aguirre. Sus dirigentes, militantes, votantes y simpatizantes se han acostumbrado tanto al tufo que desprenden muchas de sus actuaciones que ya conviven con normalidad con este olor nauseabundo e insoportable. 

Incluso 3000 personas se congregaron ante la sede del PP para pedir la dimisión del presidente denunciante y apoyar a la presidenta denunciada por supuesta corrupción. La militancia del PP se cabrea con el que denuncia una grave anomalía y asume con normalidad que una presidenta de la comunidad haya regalado una adjudicación millonaria a la empresa relacionada con su hermano, que obtuvo una importante comisión de 286.000 euros. 

Además de lo triste e hiriente que resulta ver a tantas personas jaleando un posible caso de corrupción, da realmente pena y vergüenza comprobar cómo una legión de antiguos aduladores babosos se convierten ahora en verdugos crueles y feroces. 

El nuevo presidente del PP de Canarias, Manuel Domínguez, se unió al coro de traidores al pasar de una lealtad absoluta al jefe a pedir su cabeza después de ver que otros barones y baronesas solicitaban lo mismo de una manera despiadada e infame. Como una manada de hienas alrededor del cervatillo herido. 

Al final el principal partido de la oposición ha tratado de tapar una presunta corruptela con la ejecución en la plaza pública de Pablo Casado sin ningún pudor ni clemencia. Ya no es preciso que guarde las formas porque la noticia que llenaba todos los telediarios, las tertulias radiofónicas y las primeras páginas de los periódicos es una minucia al lado de la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo del PP es muy grave pero nada comparado con los posibles prolegómenos de la Tercera Guerra Mundial. 

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