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La independencia de Kosovo

Rafael Morales / Rafael Morales

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La represión de Milosevic contra la mayoría albano kosovar constituyó la gran coartada para terminar de ahogar a Serbia y cualquier posibilidad de construir una confederación balcánica democrática y pacífica. Los bombardeos occidentales de Serbia y Montenegro, que duraron 78 días, no sólo destrozaron esa posibilidad. Serbia necesitará más de 20 años para alcanzar el nivel de desarrollo obtenido durante la época del mariscal Tito. Tras los ataques de la OTAN, Belgrado tuvo que someterse, aceptando el plan de paz que preveía la retirada de sus fuerzas y administración de Kosovo, así como la puesta de la provincia bajo el protectorado provisional de Naciones Unidas. En todo caso, permanecía el reconocimiento de la soberanía serbia sobre Kosovo. El 10 de junio de 1999 la ONU aprobó la resolución 1.244, sancionadora de este acuerdo a la fuerza y el inicio de las negociaciones para determinar el estatus político definitivo de Kosovo. La OTAN suspendió los ataques aéreos. A las limpiezas étnicas de Slobodan Milosevic siguió idéntica medicina para la minoría serbia de Kosovo. Unas 200.000 personas tuvieron que huir de la provincia, dejando atrás unos 90.000 serbios.

Siete años y tres convocatorias electorales después, la “troika” está lejos de llegar a un acuerdo. Muy complicado que Rusia levante el veto a las pretensiones independentistas kosovares. Sin embargo, existe la posibilidad de una declaración unilateral de un Kosovo independiente por parte de las nuevas autoridades de Pristina después del 10 de diciembre con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Alemania. De dudosa legalidad, porque significaría el nacimiento de un nuevo Estado a espaldas de la ONU. Belgrado considera a Kosovo como la cuna de su nacionalidad desde hace siglos y cuenta con el apoyo ruso. Mantiene firme su actitud a pesar de las promesas de acelerar su ingreso en la Unión Europea si cede. Siete de cada diez serbios rechazan la secesión. Por otro lado, la inmensa mayoría de los kosovares defienden el objetivo de la independencia, a pesar de la evidente decepción por cómo ha llevado la ONU la gestión del protectorado durante estos años, el papel de la Unión Europea y el control de la provincia a cargo de unos 16.000 soldados extranjeros, entre ellos 550 españoles.

La desilusión está justificada. La población vive de mala manera, a costa de las ayudas internacionales, mafias y tráficos ilegales entre el Este y el Oeste. Según el Banco Mundial, el 40% de los habitantes de Kosovo sobrevive con menos de dos dólares diarios. El desempleo incluye al 50% de la población activa, a pesar del dinero manejado por la ONU. Atendiendo a su ubicación geográfica, Estados Unidos ha construido en Camp Bondsteel la base militar más grande de Europa. Como puede notarse, la envidiable posición estratégica de Kosovo en nada beneficia a los ciudadanos. Ellos siguen pensando que la independencia ayudará a superar las dificultades. Mi impresión es que su carácter de paupérrimo protectorado de Occidente permanecerá durante mucho tiempo.

Rafael Morales

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