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Indignaos (¡envenénense, carajo!)
El libro de Hessel se convirtió en poco tiempo en un éxito editorial en Francia, más de 650.000 ejemplares vendidos, en España la edición cuenta con un prólogo de José Luis Saampedro y parece que también está vendiéndose mucho. Por Internet se puede leer en un documento pdf distribuido por Attac. La verdad es que no se puede llamar libro a un texto de apenas 30 páginas (o 12 folios en el formato pdf). Quizá ahí radica parte de su éxito: en la sociedad de la brevedad, de los mensajes de 140 caracteres en Twitter o de sms que reducen las frases a letras sueltas. Se trata de un texto sencillo, que habla de cosas concretas, sin grandes disquisiciones filosóficas, económicas o antropológicas.
Hessel recuerda el programa político de la Resistencia después de la segunda guerra mundial: un plan completo de Seguridad Social para todos los ciudadanos, una pensión digna y la nacionalización de los recursos energéticos y la banca. Lucharon por “la instauración de una verdadera democracia económica y social, que expulse a los grandes feudalismos económicos y financieros de la dirección de la economía”. En esa lucha también se reivindicó una prensa independiente, la Resistencia defendía “la libertad de prensa, su honor y su independencia del estado, de los poderes del dinero y de las infiencias extranjeras”. Y, por supuesto, también defendieron el derecho de todos a la educación: “la posibilidad efectiva para todos los niños franceses de beneficiarse de la mejor instrucción posible”.
Todas esas reivindicaciones se producían cuando todavía no había terminado la gran guerra, cuando parte de Francia estaba ocupada por los nazis, cuando millones de cadáveres no habían sido enterrados. En ese contexto de destrucción y muerte hubo jóvenes que fueron capaces de luchar por cambiar todo lo que estaba pasando, de arriesgarlo todo, es decir nada, para construir el futuro. En su texto Hessel reivindica a Jean Paul Sartre, aunque se desmarca de su apoyo a los movimientos armados, el autor de Indignaos recuerda las palabras del filósofo francés en las que defendía la necesidad de no perder la esperanza. “La esperanza ha sido siempre una de las fuerzas dominantes de las revoluciones y las insurrecciones”.
Hessel cuenta su viaje a Gaza y Cisjordania en 2009, después de la operación Plomo que provocó 1400 muertos palestinos (muchos de ellos población civil desarmada que vive en campos de refugiados) frente a los 50 heridos israelíes. Ni la ONU ni la OTAN reaccionaron con la contundencia que hoy tienen con Libia. El autor de Indignaos pone este ejemplo reciente para recordar la gran hipocresía de los grandes estados a la hora de defender o ignorar la Declaración Universal de los Derechos Humanos que redactó el propio Hessel junto a otros activistas y políticos.
Indignaos no es un gran ensayo político ni económico. Por su brevedad no puede entrar en el análisis profundo de lo que está pasando. No realiza aportaciones nuevas ni contiene ideas que ya no estén escritas en los muchos libros que existen sobre la globalización económica y la dictadura de los mercados. Quizá su éxito sea esa brevedad, ese tono de desahogo. Frente a autores que analizan lo que está pasando con números e ideas: Carlos Taibo, Vicens Navarro, Jean Ziegler, Joseph Stiglitz, Naomi Klein, Noam Chomsky, Juan Torres, Vida- Beneyto, ?, el texto de Stéphane Hessel es una especie de desahogo escrito en un muro de Facebook, en ese apartado que pone “qué estás pensando” o una frase en Twitter.
Uno no se queda deslumbrado por lo que cuenta, pero viniendo de quien viene, de su compromiso y experiencia, ya que el hombre a sus 93 años en lugar de sentarse en el banco a echarle millo a las palomas se puso a escribir a la gente joven, a decirles que se despierten, que no se resignen, que no se pierda la esperanza y la responsabilidad de cambiar las cosas, pues que menos que, después de leerlo, darle al ratón de mi ordenador para que quede claro que ME GUSTA.
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Juan GarcÃa Luján
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