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Inseguridades

José H. Chela / José H. Chela

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Se supone que la venta, comercialización y distribución de todos esos productos que atentan contra la seguridad del consumidor han sido autorizadas por los organismos gubernamentales que, presuntamente, velan, en los distintos países, por el bienestar y la integridad de los contribuyentes. Pero, no. Lo cierto es que los órganos de control de las administraciones nacionales no se enteran y dan el visto bueno a casi todo lo que han de inspeccionar. De manera que únicamente cuando las multinacionales se percatan de que sus meteduras de gamba pueden tener consecuencias trágicas a nivel planetario, son ellas mismas las que toman la iniciativa de retirar del mercado los nefastos productos que ya hemos adquirido y de los que –horror- hemos disfrutado. Los casos recientes de los dentífricos populares y hoteleros, de ciertas conservas, de juguetes (veinte millones de juguetes que implican riesgo para los pequeños que los manejan, son muchos millones, oigan), de las pilas de móviles, de los medicamentos de composición errónea y demás, demuestran dos verdades realmente inquietantes: La primera es que las multinacionales van a lo suyo, a abaratar costes y que, al desubicar los puntos de producción para ahorrar costos, permiten que sus filiales tercermundistas hagan de la calidad un sayo y se pasen por la cuenta se resultados las medidas de seguridad en los materiales. La segunda –ya dicha-, que no existen verdaderas y fiables agencias estatales de control de calidad y seguridad de los productos que nos venden, porque, si existieran, detectarían esos fallos antes de que los propios fabricantes tengan que admitirlos por un simple temor a las incalculables consecuencias. Aviados estamos, si esperamos que alguien nos proteja ante la voracidad del comercio y de la industria.

José H. Chela

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