Y digo esto, porque después de leer algunas informaciones en los medios de comunicación uno sólo tiene ganas de sentarse a escribir y llenar toda una página de insultos e improperios. Insultos e improperios dedicados a quienes presumen de comandar la vida social y política del mundo en general, y del Archipiélago en particular. Qué otra cosa se puede pensar cuando se leen cosas tan sangrantes como los futuros presupuestos para el carnaval, tanto en la isla de Tenerife como en la de Gran Canaria, mientras los poderes fácticos le permitan conservar el Gran.Parecen niños de patio de colegio compitiendo a ver quién logra escupir más lejos pues yo me pienso gastar 600.000 euros en un faraónico escenario, con más luces que el firmamento mismo. ¡Anda éste! Pues yo quiero gastarme un millón de euros en las fiestas de don Carnal y traer a un bailarín divino de la muerte. ¡Chincha! ¡Rechincha!Poco importan las necesidades de ambas ciudades y el lastre que supone para las concejalías encargadas de tales festejos, mermadas desde primeros de año, para poder ocuparse de otros menesteres. Se trata, como en el parque de Santa Catalina, de ocultar la realidad gracias a un mastodóntico montaje y presumir del bien que tal derroche aporta a la ciudadanía. Que se lo pregunten a los vecinos del lugar, los cuales ya ganaron un pleito contra un Ayuntamiento que hizo oídos sordos ante sus quejas. Después somos los demás, lo que no vemos la ventajas de tan montaje. Y para que luego lo que de verdad le da lustre al carnaval de Las Palmas de Gran Canaria sea la gala Drag Queen, tolerada con la bocha chica por quienes no disimulan su homofobia más recalcitrante. De todas maneras, quien se ha ganado el puesto de persona con más posibilidad de ser insultada y vilipendiada, fue aquella que se atrevió a cuestionar los datos aportados por Cáritas Diocesana sobre los niveles de pobreza en el archipiélago. Si han leído alguna de mis anteriores columnas sabrán que no soy precisamente ni religioso ni seguidor de los preceptos de la Iglesia Católica. No obstante, ello no quiere decir que no reconozca un trabajo serio y concienzudo, venga de quien venga. Y si hay una organización que se ha ganado mi respeto y admiración, ésa es Cáritas. Además -en mi etapa de prácticas en un rotativo de la capital- pasé dos días asistiendo y comiendo en uno de sus comedores. Y experiencias como ésas son las que nunca olvidas. Añadiré que, en los últimos tiempos, da la sensación que responsables políticos han entrado en la dinámica de conmigo o en contra mía, tan de moda en otras latitudes. De otra manera no se entiende su cerrazón por negar lo que es a todas luces evidente. Mi respetado compañero José H. Chela comentaba en su columna al respecto de dichas declaraciones, que los coches de los políticos llevan los cristales tintados en ambos sentidos, y así es imposible ver la realidad. No entraré en la discusión del desenfreno y el vivir muy por encima de sus posibilidades que domina a buena parte de la sociedad española. Sería muy largo hacerlo y estéril, me temo. Sin embargo, la realidad dice que cada vez son más las familias que llegan muy mal a fin de mes. La causa, además de tratar de querer aparentar lo que no se es, también hay que buscarla en otros factores. Uno es, sin duda, la desbocada subida de los precios tras la llegada del euro. Tal y como lo veo, muchos están dejando a Luis Candelas, Curro Jiménez y demás contemporáneos en simples párvulos y no en los bandoleros que eran. Lo dije la semana pasada, la carne es débil y la cara durísima. Por otro lado, la compra de una vivienda se está convirtiendo en el Shangri-La de la mayor parte de los ciudadanos. Sólo queda hipotecarte durante cuarenta años si no quieres acabar debajo de un puente –y eso mientras a nadie se le ocurra comprar una opción de venta debajo de los pocos que aún sobreviven-. Sumen los gastos de transporte, colegio y demás fruslerías de nuestra saciedad, perdón, sociedad de consumo y ni el contable de Alfonso Capone lograría cuadrar las cuentasSeguro que los responsables de redactar el informe –panfleto, diría yo- que desacreditaba a Cáritas argumentarán que, técnicamente, todas esas familias no son pobres, sino que presentan unos desajustes. Después, sólo queda presentar una batería de cifras macroeconómicas que indican en el paraíso que nos encontramos, y a otra cosa mariposa. Claro que, por una extraña casualidad, esas cifras terminan por beneficiar a los mismos de siempre y la riqueza generada raramente se invierte en el interés general. Pero eso no viene al caso. Si tuvieran lo que hay que tener; es decir, menos ganas de mantener sus posaderas amarradas al sillón y más ganas de enfrentarse con la realidad, se dedicarían a pasear por sus ciudades, a cualquier hora, y recorrer sus calles. Seguro que tras dos paseos –no de los oficiales, puntualizo- se darían cuenta de que Cáritas no exagera, sino que se guarda muchas de las miserias para no ser tildado de derrotista. Además, recuerden que hasta la misma presidenta de la comunidad de Madrid declaró que con su sueldo de 8.000 euros –el mismo que pagaría cualquier patrón de nuestro país a ocho trabajadores- le costaba llegar a final de mes. De todas maneras, lo peor es tener la sensación de que al final de todo son ellos los que nos están insultado con su comportamiento, a todas luces carente de la más mínima ética profesional. Allá los demás, pensarán ellos mientras cobran sus obesos emolumentos mensuales. Ya no son simples mortales, sino semi-dioses con la capacidad de saber lo que está bien –lo que les favorece- y lo que está mal –aquello que no les gusta-. Los demás, y no es la primera vez que lo digo, estamos totalmente equivocados y Cáritas la que más, al poner en tela de juicio el paraíso en el que viven las islas afortunadas, en especial algunas más que otras.¿Será que ellos saben algo que nosotros ignoramos, o que su ignorancia sobrepasa los límites?... ¿Quién sabe? Eduardo Serradilla Sanchis