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La izquierda se mueve, pero hacia la derecha

Roberto Rodríguez Guerra / Roberto Rodríguez Guerra

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La proximidad de las elecciones ha llevado a diferentes organizaciones políticas extraparlamentarias a confluir en una coalición electoral.

Para tal confluencia ha primado ?dicho por lo demás de forma expresa- un solo propósito: superar las injusticias del sistema electoral canario y, particularmente, las barreras electorales del 6% regional o el 30% insular. Y no les faltan razones pues, pese a que según propia la Constitución debería «representar» de forma estrictamente proporcional la opinión y voluntad política de los canarios, ya sabemos que el Parlamento canario es el menos representativo de los parlamentos autonómicos españoles (y el español ?dicho sea de paso- de los menos representativos entre los europeos). Pero tan loable empeño se está gestando mediante artimañas que generan nuevos desengaños y frustraciones entre la izquierda canaria, al tiempo que legitiman una vieja y perniciosa forma de entender la política y los pactos políticos.

Uno será todo lo tradicional que se quiera, pero hasta ahora se suponía que los ciudadanos votaban en función de sus creencias o ideología o que, en el peor de los casos, lo hacían a ciertos programas electorales ofertados por las organizaciones políticas. Se suponía, a su vez, que éstas últimas eran acreedoras de un mínimo ?cada vez más mínimo- perfil ideológico conforme al cual realizaban las citadas ofertas o promesas electorales. Se suponía, por último, que las organizaciones políticas podían establecer, sobre la base de aquél perfil, ciertos acuerdos o pactos políticos con organizaciones diferentes pero en alguna medida «afines». Aunque pudieran tener principios ideológicos ligeramente diferentes, cada organización poseía un cierto «marco o campo de alianzas» -por lo común aprobado por sus militantes en el pertinente Congreso- que les permitiría confluir con otras organizaciones afines en un programa electoral que sería dado a conocer a la ciudadanía y que servía de base para demandar el voto de los ciudadanos.

Pero he aquí que todo eso ha saltado por los aires en los últimos meses. Y lo ha hecho, en primer lugar, de la mano de Nueva Canarias y su bochornoso acuerdo con el PIL. Pero también, y en segundo lugar, de la mano de Izquierda Unida y Socialistas por Tenerife a través del acuerdo que acaban de anunciar. Ahora se firman acuerdos y se configuran coaliciones electorales pero ?ahí reside la supuesta novedad de la artimaña- sin compartir programas, propuestas o proyecto. Esperaba que una cosa así la justificase algún que otro tránsfuga u oportunista político. Esperaba que lo hiciera la derecha y, sobre todo, aquellas de sus organizaciones construidas sobre personas y dineros (los hijos de? o los marqueses de?). Pero no que lo hicieran organizaciones progresistas o de izquierdas.

Supongo que la lacra de un sistema político articulado sobre la división enfrentamiento/provincial y un sistema electoral basado en la circunscripción insular ?además de las convenientes dosis de personalismos, oportunismo y ansias de poder- impide una concepción y práctica política coherente a nivel canario, del mismo modo que permite que las contradicciones y vergüenzas de tales pactos no sean del mismo modo evidentes en las diferentes islas. En cada isla se cierran los ojos y se tapan las narices respecto de lo hecho, dicho y pactado en las otras islas por las respectivas organizaciones coaligadas. Lo importante es sumar votos y alcanzar los porcentajes de voto necesarios. Esta es la base de la «nueva forma de hacer política». Y a tal fin parece que todo vale, aunque sea coaligarse con quienes decimos repudiar. No obstante, debo decir que me ha sorprendido de modo especial que Izquierda Unida Canaria ?al menos en su organización de Tenerife- haya terminado por asumir y justificar este pacto. Aún no está claro el alcance del mismo, pero todo apunta a que se trata de presentarse bajo una «coalición por Tenerife» (que más da otro plato de insularismo) al Parlamento, al Cabildo y a diferentes municipios. Dados los firmantes, sus ocupaciones actuales y sus conocidas aspiraciones, es seguro que Santa Cruz será una de esos municipios.

En un alarde de sinceridad y torpeza, Ramón Trujillo -coordinador insular de IU en Tenerife- decía hace poco en un artículo de opinión publicado en un periódico tinerfeño que este acuerdo “no supondría compartir ni programas, ni análisis político, ni candidaturas, ni nada de nada”. Es más, poco después de compararlo nada más y nada menos que con los pactos de la transición, añadía que el acuerdo “supondría que, a efectos legales, se articularía una coalición para que cada formación política tenga representación por separado en su isla, si obtiene votos suficientes”. No puedo decir más que no entiendo nada de este galimatías. Ni siquiera el aspecto formal de la presentación de la coalición. Si no se comparte nada ?«ni programas, ni candidaturas, ni análisis»- ¿en qué consiste el acuerdo y la coalición?, ¿sobre qué base se va a pedir el voto a los ciudadanos? ¿qué propuestas se hacen para Canarias, para Tenerife o para éste o aquel municipio? Según Ramón Trujillo “nada de nada”. Vamos que -si Trujillo no engaña a propios y extraños- en el mejor de los casos se harán campañas por separado, cada partido de la coalición trasladará a la ciudadanía sus propias propuestas (poco importa que sean diferentes o se contradigan entre sí) y hasta es posible que esas organizaciones se critiquen mutuamente. Vamos, un segundo ejemplo de la nueva forma de hacer política.

Pero IU ?de nuevo a través de Ramón Trujillo- ha ido todavía más lejos. Ha llegado incluso a justificar el acuerdo entre Nuevas Canarias y el PIL. Según nos dice Trujillo ?será el pago por la deuda contraída- lo firmado por esas dos organizaciones “no es un acuerdo político para gobernar. Ni tan siquiera para hacer oposición”. Es solo un intento de superar las injusticias del sistema electoral canario. Eso mismo ha dicho Román Rodríguez reiteradamente para justificar el pacto con el PIL. Pero ?de nuevo- ¿es que no importa lo que dicha organización representa para la política en Canarias?, ¿es que no importan las personas y sus trayectorias?, ¿es que no importan sus actos?

Dados tales pactos, ¿qué se va a decir a los ciudadanos para pedirles el voto? En Gran Canaria se harán unas propuestas, en Fuerteventura otras,?, y así en el resto de las islas en que se presenten. Tengo curiosidad por saber qué propuestas harán conjuntamente PNL/Nueva Canarias y el PIL a los conejeros. ¿Cuáles IUC-Tenerife o Socialistas por Tenerife a los tinerfeños? Trujillo insiste en que el pacto es sólo a nivel insular o municipal. Pero si esto es así ¿a qué viene tanta insistencia en la necesidad de superar las barreras electorales del 6% o el 30%, que son aplicables únicamente en las elecciones al Parlamento?

Curiosamente sí se sabe cómo se distribuyen los puestos. También sabemos que el papel todo lo aguanta. Basta con articular algunas promesas banales o no tan banales que luego se olvidan. Pero todo esto sólo significa una cosa: que por encima de los fines aludidos (superar las injusticias del sistema electoral) están las aspiraciones de unos pocos a tocar poder. Sólo así se explica que las listas ?los primeros puestos en cada lista- y no los programas sean lo realmente importante.

Sabido es que en Canarias (pero no sólo en Canarias) la política goza de poco crédito (corrupción, personalismo, clientelismo,...). Pero estas últimas maniobras no hacen más que aumentar ese descrédito. Máxime cuando podrían superarse las injusticias derivadas del sistema electoral canario mediante otras opciones (mirando sólo hacia las fuerzas progresistas), formas (debate programático serio y sosegado) y personas (honestas y no corruptas u oportunistas). Esas opciones ya han tenido éxito ?incluso electoral- en el pasado. Podría intentarse ?sin ir más lejos- una nueva y actualizada reconstrucción de la izquierda canaria. Pero no es esto lo que interesa a Román, Trujillo y compañía, ni a tanto sediento de cargo y poder. De hecho, el propio Ramón Trujillo lo vuelve a expresar con toda claridad cuando finaliza su artículo señalando que: “el dilema consiste en llegar a acuerdos democratizadores, incluso con nuestros adversarios, y así reforzar nuestra capacidad de lucha democrática, o, por el contrario, pensar que el juego democrático limpio sólo se logra con los que son idénticos, o muy parecidos, a nosotros”. Pero no existe tal dilema. Desde luego que se pueden llegar a acuerdo con los adversarios. Faltaba más. Otra cosa es que ese acuerdo sea tal que para poder firmarlo sea preciso olvidarse de las propias ideas, programas o propuestas. Como otra cosa es también que parece más fácil y deseable llegar a acuerdos con los que son idénticos o muy parecidos a nosotros que con aquellos a los que consideramos en las antípodas de nuestros modos de pensar y hacer o que, en realidad, consideramos (el propio Trujillo lo ha dicho) organizaciones marcadas por la corrupción y no democráticas. Pero, aunque aún se está a tiempo de rectificar, me temo que no es esto lo que se ha hecho ni lo que se quiere hacer. En fin, la enésima oportunidad perdida en pro de ciertos personalismos y ansias de poder. Y tanto Nueva Canarias como IU tienen una especial responsabilidad en ello.

* Profesor de Filosofía Moral y Política de la Universidad de La Laguna

Roberto Rodríguez Guerra*

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