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Juan Guerra: re-crear el paisaje

Teo Mesa / Teo Mesa

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En la reciente exposición que nos ha presentado el artista Juan Guerra, de nuevo, ha tenido su estro y motivación más interna en el paisaje, exaltando éste, una vez más, su paroxismo, y activar su magia y don creador, que lo tiene, y en saturación, para poner en énfasis aquellos tres géneros aludidos, que practica en su arte.

Juan Guerra, en su obra titulada: Paisajes anónimos, reinventa el paisaje, se recrea con 'su' versión particularizada de la naturaleza propia, suya, subjetiva, sui géneris, porque no existe otra; a lo sumo parecida, coincidente, pero nunca en igualdad, porque el artista los entresaca de su nada. Porque estos paisajes son de cosecha propia, manufacturados con un talento especial, con el que juega; crea y se recrea lúdicamente, queriendo, a lo mejor, emular los poderes sobrenaturales, en generar las formas de la natura: mares, aguas, montañas, cielos, tierras baldías, arquitecturas, rocas... y atmósferas, que darán vívida expresión al medio ambiente reinventado por el artista.

La creación de sus paisajes o planos arquitectónicos o figuras, son hechas por el artista a partir de manchas generadas anteriormente de forma casual, accidental, expresionista; donde también el azar juega su original papel; y de su gusto y maneras antojadizas, de sus peculiaridades sensitivas, tienen sus orígenes los comienzos de las figuras restantes que conformarán el paisaje, la arquitectura y otras imágenes. Y con ese carácter informalista en la hechura, y a la par, también expresionista, porque surge de sus adentros más emotivos y sensuales, y ejecutados mediante su nivelado estado anímico de adrenalinas: el nervio, el gestual trazado, ejerciendo un reverberado control desde su raciocinio; y descontrol al unísono, sobre sí mismo, porque es también visceral, en la personal vocación que en el artista anida en su interiorizado ser. Y en todo ello hace imperar la razón del tiempo; la solera y la continuidad y el oficio que alberga, que rebosan de recursos técnicos a quien practica, desde muy joven, este noble oficio-intelectual de la pintura artística.

No soy intrépido al glosar que, Juan Guerra sea un maestro en el ejercicio pictórico, adocenado de talento. Condition sine qua non para que el arte de la pintura quede desarrollado, y creado, para que tenga el rango y valor de tal obra de Arte.

En estos paisajes que hemos contemplado, a partir de esas azarosas ¬¬?y magistrales? machas pictóricas, itero, son las indicadas para activar las sensaciones, y evocarán al artista a encontrar las versiones de las figuras en la obra paisajística: una mancha, una línea, una forma, un punto, etc. le marcarán la pauta a seguir y la vereda para inspirarse en esos argumentos abstractos iniciales, que solo el artista sabe ver, para continuar su indisoluble reinvención del paisaje, para que el espectador se complazca con el paisaje encontrado y creado por Juan Guerra; a quien en segundo término irá dirigido, para que en él se 'pierda' con sus elucubraciones y fantasías propias.

Y sus pinturas han sido mentadas, como es habitual, sin obviar los cromos azulados, que en el pintor conforman su inexcusable paleta, que darán lustro a su acuidad y argumentos sensitivos, para quedar satisfecho en la firma del acabado de la obra; porque este color azul es parte esencial en la componenda general de los matices, y sin éstos, la obra, para el autor, no se complace en su sino estético ni mensaje, porque su fiel sensible le tiene 'prohibida' su ausencia.

Los paisajes y míticas ciudades esotéricas, solitarias, silentes, como si pertenecieran a la mítica San Borondón, o Ítaca; están hoy perdidos; pertenecen a un ecosistema de otros tiempos, que han quedado en la retentiva de quien los vio anteayer en el pasado. Sin la presencia depredadora del ser humano, y que hoy, a estos paisajes, les está vedada a la presencia del hombre con sus poluciones y maléficas destrucciones del paisaje y la ciudad, como hemos hecho con la madre naturaleza, desde hace varios siglos, con tanta evolución desequilibrada y loquinaria, por parte de todos. Y Juan Guerra, en su quijotesco deambular imaginario, quiere enmendar los entuertos con estos idealizados ambientes naturales que él ha reinventado y recreado.

Teo Mesa

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