Espacio de opinión de Canarias Ahora
Qué mal periodismo
-Qué mal periodismo estamos haciendo, ¿verdad?
Era algo más que una expresión de sinceramiento. Era como un sucinto y significativo ejercicio de autocrítica. Por desgracia, no abundan en la profesión. El paso de los años, los factores condicionantes, los vicios definitivamente enquistados, las dependencias varias, la deshumanización progresiva y, últimamente, esta depresión que viene castigando al sector de la comunicación han hecho que aquella expresión recobre vigencia.
No se trata de dar lecciones ni de administrar deontología pero se siente uno del gremio y hay cosas que en el periodismo de las islas están desbordando las coordenadas y haciendo que la credibilidad merme hasta niveles cada vez más crecientes. Es natural que el lector, el oyente o el televidente se mosquee y se pregunte por qué pasan estas cosas y dónde la manipulación, la degradación y la deformación tienen su límite.
Hay dos situaciones que inspiran estas líneas y que causan sonrojo. Dos situaciones que hacen dudar de la ética periodística. Resumidas:
Una noticia relevante como era la llegada a la isla del nuevo entrenador de la U.D. Las Palmas no es emitida en los espacios informativos de la televisión pública canaria, según se ha publicado en un medio digital, porque en el escenario de los hechos hay compañeros huelguistas fácilmente identificables por llevar unas camisetas verdes. O sea, que los aficionados y la ciudadanía en general, incluso la menos interesada en materia deportiva, al menos los habituales de ese medio, se quedaron en esa fecha sin saber que Paco Jémez asumía la dirección técnica del equipo amarillo.
Y la otra. La policía registró la vivienda de unos presuntos autores de delitos sexuales. En el exterior, cámaras, fotógrafos y reporteros aguardan las conclusiones del operativo. La espera debió resultarles amena cuando unas vecinas que seguían la actuación policial imitaban gestos, besos y arrumacos con que se saludaban los propietarios y encausados, en un momento de intimidad personal se supone que con autorización policial mientras se ejecutaban las diligencias. De las expresiones dialécticas de las vecinas, mejor no hablar. Y eso quedó registrado.
El diagnóstico no parece difícil: censura, mutilación, vulneración del derecho a la información, morbo inconmensurable, desvergüenza, sordidez incontenible, zafiedad, grosería, todo vale con tal de llenar, sácalo, sácalo que esto es lo que le gusta a la gente...
No es que estas cosas escandalicen (¿o sí?) pero si sirven para tomar el pulso a la profesión o contrastar los tratamientos informativos, la patología periodística es más que preocupante.
Y no escarmentamos: recordemos aquel triste episodio de la detención del padrastro de una niña fallecida tras ser atendida en un centro de salud del sur tinerfeño. Hubo quien escribió hasta de su mirada culposa ya con las esposas puestas.
Cuánta razón, en fin, en la frase de aquella compañera que, por cierto, escogió otras vías profesionales. Sí, estamos haciendo un mal periodismo. Y quizá no seamos conscientes del daño tan grande que se hace al derecho a la información y a la libertad de expresión. Y a la sociedad, claro.
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