Es lo único que podía hacer. Quizá, de cogerle en fechas de Semana Santa, hubiera sido adecuado flagelarse en público; pero no tocaba, de modo que ha de pechar con la menos llevadera penitencia de aguantar las embestidas rivales y cuanto nos gusta a los escribidores mortificar a los políticos. Sin embargo, es fama, una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Una cosa, en fin, es la merecida crítica y dos el afán de descalificar globalmente al candidato para que coja puerta. Sobre todo en personas que defienden a quienes se lucran a costa del interés público. Sorprende, aunque no debería, que esta gente se rasgue las vestiduras por algo que sólo afecta al crédito del candidato y calle ante escándalos a la vista que nos dañan a todos. Estoy seguro de que serían más considerados con López Aguilar de no haber éste proclamado su propósito de acabar con el mamoneo y la indignidad en la gestión pública. Dicen los vecinos del Top secret que es preciso ir con el María Moliner en la mano a escuchar a López Aguilar porque el hombre suele remontarse con los palabros; no obstante, no le faltó claridad a su ¡basta ya! a lo que también llaman “mamandurria”. Por eso lo quieren lejos, no nos engañemos.Quiero decir que la crítica al inadmisible plagio a Ciutadans no habría derivado en ataques tan feroces de mostrarse López Aguilar propenso tolerar la corrupción. No seamos bobos ni dejemos que nos engañen como a toletes.Uno es muy mayor para creer que López Aguilar acabará con la corrupción. No niego que esté dispuesto a hacerlo, pero dudo de que lo consiga conociendo la forma en que se tejen y entretejen complicidades y comisiones, cómo funcionan los circuitos del favorecimiento amical y la extensión de las redes clientelares. Todo un sistema cuasi consolidado del que viven no pocos, ahora alarmados. Soy escéptico, pero también practico la duda metódica que me impide proclamar, como verdad absoluta, que esto no hay quien lo arregle. Lo que me deja un poso mínimo de optimismo vital, de deseos de equivocarme que alimentan la remota esperanza de que López Aguilar consiga, al menos, rebajar el grado de desvergüenza a que se ha llegado.Los árboles no deben impedirnos ver el bosque. Nuestra disyuntiva real, la que tratan de ocultar con los ataques desmadrados a López Aguilar, no es plagiar o no plagiar: está en si nos resignamos con lo que hay y que siga todo igual o si nos conviene que López Aguilar intente cambiar la situación. No siempre vale más malo conocido que bueno por conocer.Ustedes dirán qué prefieren.