Espacio de opinión de Canarias Ahora
María Elena, madre coraje
En 15 años de profesión he realizado miles de entrevistas. Pero será difícil olvidar el testimonio de esta mujer de 63 años. María Elena entró en el estudio de CANARIAS AHORA RADIO con una camiseta con el lema “somos población civil, no queremos la guerra”, y una chapa de “Madres de Candelaria”. Maria Elena me contó que está contenta porque el pasado mes de julio pudo enterrar los huesos de su hermana, su sobrina y su cuñado. Los cuerpos estaban descuartizados o desfigurados, pero fueron reconocidos por los restos de sus ropas. Ahora Maria Elena sueña con recuperar el cuerpo de su hijo, vivo o muerto, pero recuperarlo y, en el peor de los casos, poder enterrarlo para que descanse en paz. El hijo de Maria Elena desapareció hace diez años en Medellín, desde entonces no sabe nada.
La historia de María Elena no es un caso aislado en Colombia. Sólo en Medellín hay cuatrocientas madres asociadas a la Corporación Madres de Candelaria que tienen familiares desaparecidos.Estas madres se concentran cada miércoles en una plaza de Medellín, con las fotos de sus familiares desaparecidos. Son como las madres de la plaza de Mayo de Argentina, pero sus hijos, sobrinos, maridos o hermanos no han desaparecido bajo un régimen militar del pasado, han desaparecido en una democracia del presente. Cuenta Maria Elena que en su región no hay presencia de la guerrilla. Por eso está segura de los grupos de Autodefensa, bandas paralimitares vinculadas al gobierno colombiano, son los autores de los secuestros y muertes de sus familiares.
El actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe, conoce bien lo que hacen los paramilitares en Medellín. Uribe nació en Medellin y fue alcalde de su ciudad natal antes de llegar a la presidencia del país. Álvaro Uribe estudió en la universidad de Harvard, donde se licenciaron siete presidentes norteamericanos, quizá ahí aprendió que no se debe desobedecer a los inquilinos de la Casa Blanca. Uribe apoya el Plan Colombia aprobado por Estados Unidos. Ese plan permite que los aviones militares norteamericano recorran el cielo colombiano, fumigando campos de coca, aunque si de paso espían a Venezuela o arrasan los cafetales o provocan que aborten las mujeres campesinas o nazcan niños con malformaciones, no pasa nada, son daños colaterales, nosotros no somos terroristas por eso cuando matamos con veneno o arrasamos los cultivos de los pobres no nos pueden atacar, los aliados de Washintong siempre estamos llenos de buenas intenciones.
En los medios de comunicación estamos tan entretenidos en mirar cada paso que dan Hugo Chávez, Evo Morales o Daniel Ortega, estamos tan preocupados por “nuestras benditas empresas” y sus sacrosantos beneficios en esos países, que en ese recorrido hacia Venezuela, Bolivia o Nicaragua pasamos sobre los cadáveres de Colombia como si la cosa no fuera con nosotros. Álvaro Uribe es nuestro aliado blanco en sudamérica frente a esos presidentes de piel oscurita que llamamos caudillos aunque gozan de mayor respaldo popular. Además a Uribe no se le ocurriría llamar fascista a Aznar, el presidente colombiano siente un gran respeto por sus semejantes ideológicos. Pero no voy a critictar a los aliados externos de Uribe. Yo quiero hablar de los aliados internos: los palamilitares, los asesinos de los familiares de María Elena. Miles de personas han sido secuestradas, torturadas o asesinadas por los paramilitares colombianos, pero no pasa nada. Lo malo es que el sistema capitalista puede seguir funcionando si descuartizan a la hermana y la sobrina de Maria Elena, pero la cosa se pone fea si el petróleo venezolano sube de precio, o si Repsol no puede llevarse 10 bombonas de gas de Bolivia y pagar cinco (por poner un ejemplo con cifras simbólicas de algo que ha ocurrido). Ese es el auténtico problema de los predicadores del libre mercado. Las multinacionales, sobre todo si son “nuestras” (risas de fondo) nos preocupan más que las personas.
Hace dos años Gabriel García Márquez declaró que “para lograr la paz en Colombia hay que atacar las causas que originaron y continúan reproduciendo el conflicto: la injusta estructura social que acrecienta la pobreza y acentúa la desigualdad social, el sistema político que bloquea e impide la participación de las mayorías en el Gobierno de sus destinos, y una economía que siempre favorece al gran capital”.
La entrevista a María Elena me sirvió para entender mejor estas palabras de García Márquez. Pero uno tiene la impresión de que el gobierno de Álvaro Uribe no está por la labor de escuchar al Nobel colombiano. Es imposible escuchar a García Márquez y al mismo tiempo obedecer a George W. Bush . Porque Colombia ya no es ese Macondo que nos mostró Gabo en Cien años de Soledad. Está claro que Bush prefiere ver a Colombia como a esa prostituta adolescente “pequeña, frágil, desnuda y vuelta de espaldas contra la pared” que García Márquez describe en su libro Memoria de mis putas tristes. Y la política de Álvaro Uribe Vélez ha demostrado que el presidente colombiano se siente a gusto en el papel de Rosa Cabarcas, la dueña del burdel dispuesta a vender a la virgen colombiana al anciano de la Casa Blanca. Juan GarcÃa Luján
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